domingo, 2 de agosto de 2009
Nada por la patria. (48)
Me parece suficientemente claro que el concepto de primera lengua, bien acreditado en la lingüística científica, podría resultar útil para eludir otros, problemáticos o problematizados, como son los de lengua propia, materna o familiar. Por tanto, una mitad muy amplia de los ciudadanos jóvenes de Cataluña tienen como primera lengua el castellano, la otra mitad el catalán. Cataluña, en consecuencia, posee -si es que queremos hablar de lenguas propias- dos lenguas propias. Y la población infantil del país que tiene como lengua propia el castellano y va a las escuelas públicas recibe la enseñanza en una lengua (el catalán) distinta de la suya primera, ya que toda la etapa infantil de la enseñanza pública, desde los tres años, se hace en catalán.
Hemos comprobado que esto es absurdo e innecesario. Absurdo porque la mayoría de los docentes tiene como primera lengua el castellano. Innecesario porque el catalán puede ser aprendido sin someter a los niños castellanohablantes a la inmersión. Ahora bien: según los inmersores, la inemrsión es buena para los niños y niñas castellanos de Cataluña. Solo recibiendo la enseñanza formalizada en una lengua (el catalán) distinta de la suya primera (el castellano) "alcanzarán" en la "segunda" lengua (el catalán) "un buen nivel".
Si esto es cierto, si la inmersión en una segunda lengua es necesaria para aprenderla bien, ¿qué ocurre con los niños y niñas de familia catalanohablante, que también reciben solo en catalán la enseñanza, ya que en las escuelas públicas el castellano no es otra cosa que una asignatura que comienza a los siete años con dos horas semanales? Pues ocurre que esas criaturas no podrán "alcanzar un buen nivel" en castellano, lo cual significará para ellas una desventaja considerable respecto de sus compañeros y compañeras castellanoparlantes de Cataluña: los castellanoparlantes solo una.
Menos mal, empero, que todos los muertos eran de tercera. Esta minusvalía lingüística no afectará a los hijos de familias catalanohablantes ricas. La inmersión solo es obligatoria en las escuelas públicas, y en Cataluña más de la mitad de la enseñanza primaria es privada: a ella acuden los hijos e hijas de catalanes y castellanos económicamente bien dotados. Ya lo dice subliminalmente la publicidad de los colegios de elite: traiga a sus hijos aquí y aprenderán bien castellano, inglés y catalán.
Si prescindimos del nacionalismo y pensamos en las personas, la disyuntiva es bastante sencilla: o bien la inmersión no es un buen método, y en tal caso no hay que sumergir a los castellanohablantes en el catalán; o bien la inmersión es magnífica, y entonces no podemos privar a los niños y niñas catalanohablantes de Cataluña de su derecho a ser sumergidos en la escuela en el castellano.
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