viernes, 28 de agosto de 2009

Contra las patrias. (21)


Las autonomías han sido una fórmula política que se propuso en primer lugar dos objetivos y luego asumió un tercero, difíclmente compatible con los anteriores. Por un lado, la articulación autonómica pretendió reparar el abuso histórico que se había hecho contra la lengua y la identidad de países tan caracterizados tradicionalmente como Vascongadas o Catalunya, y también engarzar el autogobierno de estas áreas de manera positiva en el conjunto de la política nacional; pero también se quiso después contrarrestar esta particularidad ominosa entendiendo la conciencia nacionalista allí donde jamás había habido otra identidad nacional que la española y limitar por medio de una proliferación salvaje de las autonomías el alcance o la relevancia efectivas de ninguna de ellas. Que el invento salió mal, a la vista está. La querella antiespañolista sigue presente como antes en Euskadi o Catalunya, aunque desde luego con muy diversa agresividad de perfiles; pero, además, ahora hay parvenus al nacionalismo que atribuyen a incomprensibles patriotismos mancillados los agravios comparatvos de la Administración central y se comportan miméticamente como aquellos hombres-oso o mujeres-cebra embarazosamente mestizos de "La isla del Doctor Moreau" de H.G. Wells.

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