lunes, 31 de agosto de 2009

Contra las patrias. (30)


Soy un escritor vasco cuya lengua habitual y literaria es el castellano. No me parece que haya que pedir excusas por ello ni consentiría que nadie me derogase de mi ciudadanía por semejante circunstancia. Dada la especial relación de un creador con su idioma, el trasvase lingüístico es muy problemático, pero no creo en modo alguno que sea preciso expresarse en euskera para defender los derechos de esta lengua (y aún menos los de euskadi en general), lo mismo que sería absurdo suponer que sólo pintándose la cara de negro puede uno apoyar la lucha antisegregacionista, o que es preciso usar faldas para comprender las reivindicaciones feministas. Además, las lenguas no se odian entre sí, sólo los fanáticos que las manejan. ¿No está ya acaso y para siempre el castellano en tantas y tantas palabras nuevas del batua? ¿No forma parte cierto vocabulario vascuence, ciertos modismos ususales y hasta cierta peculiar entonación del castellano euskerizado que hablamos y escribimos los vascos? Es una hermandad más sabia que los disparates contrapuestos del rencor o del burocratismo centralista. Quien ama el misterio poético de las palabras, ama también la diversidad irreductible de las lenguas y considera empobrecimiento cultural todo lo que se haga contra ella. No es verdadero amor al castellano lo que mueve a algunos a intentar convertirlo en fundamento de una concepción monolítica de España; ni tampoco es auténtico amor al esukera el de quienes quisieran utilizarlo como coartada aislacionista para practicar una cultura hecha no tanto de peculiaridades como de exclusiones, en la que su torpe cerrilismo se arropase como "casta". Pues la razón habla por igual en todas las lenguas, pero no todo lo que se dice en cada lengua es igualmente razonable...

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