El final del discurso que en su día Iván Tubau dedicó a Lluís V. Aracil.
El primero procede de "Arguments per al bilingüisme", un libro en forma de cartas al director en cierto modo incitado como tal por mí, autoeditado por Jesús Royo en 1996. Como verás, por lo que hace a la lucidez impacable y a la contundencia he sido desbordado por la izquierda, lo cual me alegra sobremanera como supondrás. Lo traduzco del catalán, pues este riojano no ha publicado que yo sepa nada en español.
"Personalmente he llegado a la dolorosa conclusión de que en el momento actual el combate por la lengua catalana es reaccionario. Solo la inercia de las percepciones anteriores nos hace resistirnos a admitirlo. El catalán funciona ahora como la ideología oficial del país y encubre la división entre quienes mandan y quienes son mandados. O sea, aquello que decíamos antes: el capital y el trabajo.
"Me hago cruces pensando que esta exclusión del castellano se produce porque es la lengua de los pobres. Si fuese la lengua de los ricos, la lengua de prestigio, todo el mundo la reclamaría. Mejor dicho, todo el mundo la reclamaba, cuando lo era. Hablo del siglo XVI. Y seguramente, los que ahora somos bilingüistas estaríamos pidiendo catalán en la escuela, como hace treinta años..."
El segundo lo pescó mi hija Natalia, el 6 de mayo de 1997, mientras navegaba por internet. A mí me satisface mucho porque ya sabes que no soy un maestro como tú sino un profesor de periodismo, y cosas como esa justificarían si hicera falta mis 25 años en la universidad, que se cumplirán, como los 25 de la muerte del dictador, el 2000. Constituye el prólogo de una carta incitando a la insumisión. También lo traduzco del catalán:
"El 9 de mayo de 1991 yo tenía que estar en Cartagena para iniciar mi servicio militar. Ya antes de que me sortearan sabía que no iría. Pedí dos prórrogas mientras mi mente adolescente no veía claras las cosas, pero a los 20 años me decidí. Esta es la carta que envié a mis amigos, que colgué por la facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB y que me publicaron en El Punt en octubre de aquel mismo año, como artículo de opinión en las páginas de información sobre el sorteo de los quintos.
"Una anécdota: el conocido (por diversos motivos) profesor Iván Tubau, que entonces nos impartía clases de redacción periodística, vio la carta en un tablón de la facultad y me puso directamente una matrícula de honor. Yo, que en aquellos años tenía una asistencia más bien esporádica a las clases, me enteré leyendo un artículo suyo en El Periódico, en el cual razonaba su nota. Si te metes en mi piel, en la piel de un jovencito que está haciendo una cosa "mal echa", podrás deducir que aquella matrícula de honor expuesta de aquel modo me sentó mejor por la muestra de apoyo público que por la nota an sí. Cinco años después mantengo fresco mi agradecimiento, doctor Tubau."
Ocho años después mantengo lo que dije en el artículo, que no se publica en este libro porque solo se han incluido algunos de los que se refieren de modo directo al tema que lo nuclea. La matrícula no se daba al alumno por ser insumiso, sino por haber expuesto de modo tan razonable y convincente los motivos para serlo. A bon entendeur, salut.
Y no me digas ahora, Aracil, popr favor, no me lo digas, que tendría que haberle preguntado a ese alumno si también hubiera sido insumiso de una presunta mili de un presunto ejército de una presunta Cataluña independiente. No me lo digas, porque no quiero acabar el libro con mala leche y me da la gana concederle al chico el beneficio de la duda y quiero seguir pensando que toda persona es incocente mientras no se demuestre lo contrario y no al revés, por mucho que tú me digas que muchos de Jarrai son insumisos pero pegan fuego a los autobuses urbanos y no les importa decir que serían gudaris de un ejército vasco. Ya sé, ya sé, Aracil, que Sabino Arana era tan nazi como Hitler, más incluso tal vez porque Partido Nacionalista Vasco ni siquiera es una contracción de nacional y socialista, que eso es el nazismo, el diminutivo cariñoso de nacional y socialista, y que mientras el PNV no desautorice a su fundador, y en lugar de eso cada año le hacen un homenaje y nunca jamás han abjurado de sus ideas racistas hasta la náusea, tú y yo y bastantes más seguiremos considerando al PNV como un partido fascista sin paliativos, pero no olvides tampoco tú que el ayuntamiento socialista de Barcelona, ya no sé si cuando Serra o cuando Maragall, le quitó una calle de Les Corts el nombre del falangista catalán Roberto Bassas para ponerle el del nazi vasco Sabina Arana, y eso lo consideraron como un acto de progresismo, con lo cual entiendo que cuando tú dices progre pongas esa cara de asco profundo.
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