martes, 25 de agosto de 2009

Contra las patrias. (13)


Esta necesidad de oposición y hostilidad nos lleva al corazón mismo de la idea nacional, que es el enfrentamiento. Puede haber nacionalismos conciliadores y nacionalistas sinceramente solidarios con los problemas de otros pueblos, pero el mito de la Nación es agresivo en su esencia misma y no tiene otro sentido verdadero que la moovilización bélica. Si no hubiera enemigos, no habría patrias, queda por ver si habría enemigos en el caso de no haber patrias... la nación se afirma y se instituye frente a las otars: su identidad propia brota de la rebelión contra o de la conquista del vecino. Buena prueba de ellos es el mecanismo paranoico de autoafirmación patriótica, que lleva a inventar una Antipatria como límite y definición de cada patria. La primera y fundamental anti-patria es el extranjero, el bárbaro hostil; por extensión, cualquiera que en el interior de la comunidad disiente de la identidad establecida y objeta con su conducta o sus ideas contra el retrato-robot del perfecto individuo nacional. Sin antipatria no hay tampoco patria imaginable ni cada particular podría hacer por la suya esos "sacrificios" que según María Moliner le certifican como patriota. Por ello el auténtico nacionalista y el auténtico patriota, en cuanto que vivan para su sentimiento de identidad grupal, nunca se avendrán a reconocer que no están cercados o amenazados, nunca renunciarán a la sombra del imperio que quiere colonizarles, o del separatismo que amenaza disgregarles o del bárbaro que puede arrasar su cultura. Sin esos fantasmas familiares, perderían la certeza de saberse "nosotros"...

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