lunes, 24 de agosto de 2009
Nada por la patria. (61)
Y luego el entrañable Armand de Fluvià, fundador del Front d´Alliberament Gai de Catalunya y que durante el franquismo, cuando no estaba bien vista la homosexualidad, firmaba sus artículos reivindicativos clandestinos con el nom de plume nunca mejor dicho Roger de Gaimon, y además de militante gay y le pido perdón por escribirlo con la y griega y no con la i latina que como su nombre indica es la catalana, era nacionalista y heraldista y daba en lo que fuera un día delegación del Movimiento en Cataluña unas clases de genealogía frecuentadas por docena y media de simpáticos aristócratas más o menos zarrapastrosos y allí pude rastrear de dónde venía mi nissaga, que como sabes mejor que yo quiere decir estirpe, casta, linaje, alcurnia o abolengo, fíjate qué palabrejas tan horrendas y racistas y clasistas todas, o mejor dicho de qué nissagas venía yo, pues los nissagueros son gente que vive en el pasado y sobrevive en el presente, de qué montañas nevadas habían bajado los Tubau y los Comamala y los Bellapart, que venían de napoleónicos Bonaparte, y los Pous y los Vinyeta, con ny y no con ñ como otros porque aquel cura era más catalán que otros curas y los Giral, esos sin t final mira por dónde, y los Torres, con e y no con a por las razones antedichas. Todos, todos eran enfadosamente catalanísimos, ni un mal Garcia como el Rector de Valffogona, y encima los apellidos se repetían como en Ibiza y una de mis abuelas se llamaba Bellapart de primero y la otra de segundo porque eran primas hermanas y mis padres eran primos también y así vi con claridad meridiana, los otros y el propio Armand lo veían también, eran tontos pero no tanto, lo que ocurre es que no les horrorizaba como a mí, que la nobleza y la oligarquía y la monarquía y todos los nacionalismos no eran otra cosa que una ampliación de la familia, como las mafias sicilianas o calabresas o la Roma emergente de antes de Jesucristo, el primer estado fascista de la historia si es que ese honor no queremos concedérselo a Esparta o a algún recóndito rincón en la ribera del Ganges o del Yangtsé o como haya que escibir eso en pinyin, que ahora no me apetece buscarlo y tú tienes la ventaja de hablar en lugar de escribir y así no te hace falta ocuparte de las ortografías. O sea, una cosa tan endogámica como las dinastías egipcias, una cosa de hermanos que se casan con hermanas antes de la invención de la píldora anovulatoria, de la pilule, vaya, y así salen todos tontos porque antes no se hablaba de Alzheimer pero con eso murieron mi abuela materna y una tía abuela soltera hermana de la paterna y en consecuencia prima hermana de su compañera de infortunio, mientras mi abuela predilecta, Bellmunta, que a sus ochenta y siete, y a sus noventa, y a sus noventa y cuatro años decía en cuanto alguien le daba pie tengo los pies destrozados pero gracias a Dios, ella como tú creía en Dios, la cabeza todavía la tengo clara. Pues eso: una endogamia suicida, eso es el nacionalismo. Y mira por donde, del mismo modo que aquellos charneguillos que ponen en pleno paseo de Gracia una carnicería llamada Cárnicas González piensan que es mejor tener nietos catalanes ricos que conquenses pobres, y es bien cierto, esos gilipuertas emdogámicos, tataranietos de una nobleza rural de pan mojado con aceite, siguen creyendo que aunque malvivan de los flecos tristes de terruños avaros, llamarse Muñoz, oiga, no es lo mismo que llamarse Güell de Sentmenat. Lo que pasa Aracil, y tú lo sabes mejor que yo, que para algo eres el padre fundador de la sociolingüística catalana por más que ahora no te guste nada llamarte sociolingúista, es que así como los Güell y los Rivière y los Comingues y los Farré-Escofet y los Vidal-Quadras, los Vidal de Llobatera y los Puig de la Bellacasa hablaban en castellano a sus hijos, astellano lo llamaba Néstor Luján, lengua pálida y sin nervio de los pijos de Calvo Sotelo venía a decir Joan Ferraté, porque el castellano hacía fino y el catalán era de payeses y se reservaba para cruzar tres palabras con los aparceros, ahora los Muñoz de Almería y los Navarro de Ciudad Real piensan que es bueno que los suyos se sumerjan en el catalán, porque el catalán es la lengua del gobierno, de los que mandan, de los señores, de los que cortan el bacalao o por mejor decir remenen les cireres, es la lengua emblemática que hay que usar con soltura no solo para encontrar un empleo o tratar con los directores generales, sino sobre todo para quitarse el estigma de hijo de inmigrante pobre. Eso es todo lo que han conseguido con todo ese lavado de todos los cerebros grandes y chicos, monumental y carísimo, Aracil.
(SEGUIRÁ)
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