domingo, 9 de agosto de 2009
Nada por la patria. (53)
Los políticos de CIU y el PP, matrimonio en Madrid y pareja de hecho en Barcelona, más los lacayos de tecla o micrófono encargados de maquillar la realidad según las conveniencias del poder, dicen que se acabó la polémica sobre cómo se enseña español en Cataluña. Otros piensan que hay que seguir hablando del asunto. Los ciudadanos afectados, por ejemplo, o los periodistas escarbadores. Los que piensan, siguiendo a Mark Twain traducido por Lluís V. Aracil, que su tarea consiste en "dir la realitat" que sus propios colegas van tapando.
Maese Umbral, la más poderosa intuición lingüística en la España del siglo que termina, ha dicho que en las escuelas de la Cataluña pujoliana se está inventando el espatalán. Pues sí. Añadiré que es la lógica venganza de los profesores de catalán, que llevaban tiempo denunciando el avance del "catanyol", indeseable monstruo nacido del contacto entre la purísima lengua catalana y el violador español: contra catanyol en la calle y el patio, espatalán en el aula.
No es cierto, en general, que las clases de castellano se den en catalán y con libros en catalán. Sí lo es que el castellano es tratado en las escuelas públicas catalanas como lengua extranjera. Un niño de 10 años suele tener tres horas semanales de inglés y dos de español. La maestra llamada Neus dice llamarse Begoña antes de empezar a hablar en castellano, para que las criaturas tengan claro que aquello es una comedia y no forma parte de la vida real del aula, que por supuesto se desarrolla solo en catalán.
El libro de inglés se titula "Big Red Bus" e incluso su página de créditos está en iglés de cabo a rabo, desde "Heinman English Language Teaching" hasta "Printed and bound by Mateu Cromo, S.A. Madrid". El libro de español se titula "Castellà" y su página de créditos está íntegramente en catalán, desde "Autors: Carme Minguella..." hasta "Imprès a Roll Press, S.L., Carrer Londres, 98, 08036 Barcelona". Pero claro está, eso no es lo grave. Ni siquiera lo es que Minguella ys sus cómplices empiecen diciéndole al niño "haz una cruz en la casilla" en lugar de "pon una cruz", que es lo que diría cualquier usuario competente del castellano.
No. Lo grave es que Miguella & Co. pierdan buena parte de las míseras dos horas semanales de castellano intentando que niños y niñas aprendan a diferenciar fonéticamente "vaya" de "valla", cuando tal distinción ya no existe en el español estándar real -¿han leído a Navarro Tomás, Alarcos Llorach, Quilis, Mosterín...?-, aunque sí en el catalán: por eso a un madrileño o a un porteño les cuesta tanto pronunciar "Sabadell" o "armilla" como Dios y Fabra mandan. Bueno, pues a los niños que hablan bien les enseñan a hablar mal. Así se fabrica en las aulas del espatalán.
Menos mal que, según cuenta Joan Rendé en Avui de anteayer, Antoni Bassas le preguntó a Esperanza Aguirre en Catalunya Ràdio " si no era una conveniencia pedagógica que las primeras lecciones de grado elemental de una lengua que no es la doméstica del alumno se hicieran en la lengua natural de este". La ministra, según Rendé, contestó que en Cataluña no puede hablarse de "conocimiento elemental del español". Concluye Rendé: "Si hiciéramos caso de esa suposición y cortásemos por lo sano haciendo las clases en español a los niños de familia catalanohablante sin una sola indicación en catalán, más de un chaval se quedaría en la higuera."
Bassas y Rendé, defendiendo la enseñanza del castellano en catalán, acaban de cargarse la inmersión monolingüe catalana, que se basa exactamente en no hablar nunca en la lengua "doméstica" del alumno, que es el castellano. ¿Cuántos chavales de familia castellanohablante se quedan en la higuera? No hay mal que por bien no venga, como dicen que dijo Franco cuando voló Carrero Blanco.
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