miércoles, 26 de agosto de 2009

Contra las patrias. (16)


Me parece que la izquierda actual no deplora con suficente intensidad la presente decadencia del internacionalismo. Quizá no haya habido nunca otro ideal tan auténticamente progresista como éste, verdadero descenso a la tierra del celestial propósito de fraternidad cristiana. Nada tiene que ver el internacionalismo revolucionario con la homogeneización multinacional y estandarizada de las diferentes comunidades. Porque tan nacionalista (y por tanto reaccionario y oscurantista) es quien no reivindica su diferencia más que para edificar un estado sobre ella como quien sostiene un Estado para aplastar las diferencias. Ser internacionalista es estar racionalmente convencido de que la división en naciones -que no tiene nada de "natural"- no hace sino impedir la emancipación humana y que el mito patriótico-nacional sirve siempre para legitimar en el poder a la oligarquía más abyecta y rapaz. A esta regla no se conocen excepciones. Por desgracia, la izquierda se ha acomodado con desoladora facilidad al lenguaje nacionalista.

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