lunes, 14 de septiembre de 2009

El Bucle Melancólico. (18)


Pero deplora asimismo que nunca triunfaran en el país vasco los movimientos heréticos cristianos: el catarismo occitano, que se extendió a Aquitania, y el calvinismo, que prendió en la Navarra francesa en el siglo XVI. La adopción de cualquiera de ellos por los vascos les hubiera permitido diferenciarse claramente, también según la religión, de españoles y franceses católicos. Como es evidente, para Krutwig no existe otra religión verdadera que la etnolátrica, el culto a la etnia y a la nación: las religiones trascendentes podrán servir, como mucho, para reforzar las diferencias entre los vascos y sus vecinos, pero, en cualquier caso, deberán estar sometidas a la nación, constituir iglesias autocéfalas. Sería preferible, con todo, que la nación tuviera su propia iglesia: un culto iniciático, ocultista, teosófico, que siguiera las lineas marcadas por el esoterismo órfico de Chaho. Un culto a la naturaleza, a la libertad y a la fuerza primitivas del pueblo, que promueva aus propios símbolos sagrados (entre ellos, la ikurriña, representación de la bóveda celeste, con sus ocho rayos que señalan los ocho puntos cardinales): la etnia que se adora a sí misma.

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