jueves, 10 de septiembre de 2009

El Bucle Melancólico. (11)


Desde niño he estado familiarizando con la iconogarfía aranista: en el gabinete de trabajo de mi abuelo pasé tardes enteras hojeando la primorosa edición de la biografía del fundador que escribió Ceferino de Jemein, con excelentes ilustraciones. Encontré también allí un retrato de Sabino que colgó de una pared en el recibidor de la casa de mi bisabuelo, en Begoña (mi padre dice que le azoraba, siendo un crío, la mirada del retrato, que parecía dirigirse a todos los ángulos del recinto). Según una leyenda de mi familia, un dos de mayo de algún año de la Dictadura del general Primo de Rivera, este, de visita en Bilbao, subió con una comitiva de dignatarios a rendir homenaje a los Auxiliares ante el monumento erigido a su memoria en el cementerio de Mallona, frente a la casa de mis bisabuelos. El gobierno civil había requisado el teléfono de la casa él único que había en los alrededores-, por si el general lo necesitaba. Mi bisabuelo, indignado, se había trasladado al campo durante los días de la visita del dictador, dejando sola en casa a su hija menor con algunas criadas. Cuando terminó el acto de homenaje, don Miguel entró a hacer una llamada. Mi tía-abuela, aterrada, permaneció en el centro del recibidor sin poder apartar la vista del retrato de Sabino, que campeaba triunfal sobre el teléfono, de donde mi bisabuelo había prohibido terminantemente removerlo. Cuando el general colgó el auricular, se quedó mirando con curiosidad la fotografía, y preguntó tras unos instantes de duda: "¿Quién es este señor?" Con enorme entereza, mi tía contestó: "Mi tío Sabino." Y Primo de Rivera salió murmurando: "Pues cómo mira el puñetero del tío..."

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