sábado, 12 de septiembre de 2009
El Bucle Melancólico. (14)
Ese niño de orejas excesivas sentado en el centro de una fotografía del Cuadro Artístico Oldargi, de Juventud Vasca, en 1933, es mi padre. Los actores posan después de una representación de "La vieja que pasó llorando", el dramón nacionalista que más éxito de público cosechó bajo la República. Mi padre todavía recita a sus nietos -y a quien quiera oírle- su exiguo papel, y termina invariablemnte con esta aclaración "La vieja que pasó llorando era la Patria."
Todos los nacionalistas que vivieron en esa época recuerdan la obra. Lo que muchos ignoran, según he tenido ocasión de comprobar, es que se trata de una adaptación del más incendiario de los dramas patrióticos irlandeses, Catleen ni Houliban (1902), de William Butler Yeats. La vieja es, en efecto, una personificación de la patria (según Cruise O´Brien, Cathleen ni Houliban es el más conocido de los nombres que se dan a Irlanda en la poesía gaélica). El argumento es muy simple. Corre el año 1978. Una vieja mendiga llama a la puerta de unos prósperos granjeros del condado de Mayo en la víspera de las bodas de Michael, el primogénito de la casa. A través de la conversación que sostiene con los propietarios, vamos descubriendo que ha venido a llevarse consigo al muchacho: los franceses han desembarcado en la cercana bahía de Killala y ha dado comienzo la insurrección. En la escena final, Michael, tras unos momentos de vacilación ante las súplicas de su madre y de su novia, sale en pos de la mendiga, que ha partido cantando una hermosa balada. "Se hablará de ellos siempre, / el pueblo siempre los escuchará." La obra concluye con la llegada a la casa del hijo menor, Patrick. Al preguntarle su padre si se ha cruzado por el camino con una anciana, el niño responde: "No, pero he visto a una muchacha. Tenía el porte de una reina." y cae el telón.
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