jueves, 10 de septiembre de 2009
El Bucle Melancólico. (10)
¿Cómo llega un pueblo a ser eterno? Renunciando a ser una nación, renunciando a la historia; asimilándose a la naturaleza, que muere para resucitar siempre, en un ciclo estacional, y para volver a morir, y para volver a resucitar... Desde las vísperas de la Gran Guerra, buena parte de la cultura modernista vive obsesionada por la angustia del tiempo lineal y por la necesidad de recobrar el tiempo cíclico. Desde las metamorfósis vegetales de los cuadros de Klimt hasta The Waste Land, de T.S. Eliot, pasando por Le sacre du Printemps, de Stravinsky, el arte europeo insiste sin tregua en el regreso a la naturaleza sagrada. La recrudescencia de los nacionalismos fue una respuesta más a esta angustia. Como observa Benedict Anderson: "Con el reflujo de la creencia religiosa no desapareció el sufrimiento que formaba parte de ella. La desintegración del paraíso: nada hace a la fatalidad más arbitaria. El absurdo de la salvación: nada hace más necesario otro estilo de continuidad. Lo que se requería entonces era una transformación secular de la fatalidad en continuidad, de la contingencia en significado. (...) pocas cosas eran (son) más propicias para este fin que la idea de nación."
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