jueves, 2 de julio de 2009
Anatomía de un instante. (22)
Suárez había ocupado su primer cargo político en 1955, con veinitrés años, y a partir de entonces había subido paso a paso todos los peldaños del Movimiento hasta alcanzar su cima y convertirse en presidente del gobierno; Carrillo llevaba más de tres décadas dominando el partido comunista con la autoridad del sumo sacerdote de una religión clandestina, pero antes de cumplir los veinte años dirigía las juventudes socialistas, con apenas veintiuno se había hecho cargo de la Consejería de Orden público de la Junta de Defena de Madrid en uno de los momentos más apremiantes de la guerra, con veintidós se había integrado en el Buró Político del PCE y en adelante no había dejado de acaparar puestos de responsabilidad en el partido y en la Internacional Comunista. Los paralelismos no terminan ahí: ambos cultivaban una visión personalista de la política, épica y estética a la vez, como si, antes que el trabajo lento, colectivo y laborioso de doblegar la resistencia de lo real, la política fuese una aventura solitaria punteada de episodios dramáticos y decisiones intrépidas, ambos se habían educado en la calle, carecían de formación universitaria y desconfiaban de los intelectuales, ambos eran tan correosos que casi siempre se sintieron invulnerables a las inclemencias de su oficio y ambos poseían una ambición sin complejos, una ilimitada confianza en sí mismos, una cambiante falta de escrúpulos y un talento reconocido para el juego de manos político y para la conversión de sus derrotas en victorias. Breve. En el fondo parecían dos políticos gemelos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario