sábado, 25 de julio de 2009

Nada por la patria. (35)

Hoy Iván Tubau relata la enrevista que hizo a Tarradellas en 1982.




Recién mordidos los años ochenta ya había dejado atrás los ochenta años, los ochenta kilos de peso, los ciento ochenta centímetros de estatura y la presidencia de la Generalidad de Cataluña. Acaso la historia diga un día que fue un gran hombre este hombre grandote, de cordial andadura levemente simiesca, que hoy por hoy sigue siendo un viejo zorro de la política, un Capricornio sonriente y enérgico cuya agresiva vitalidad poco tiene que ver con la imagen de un anciano retirado de la vida pública. Es, sin embargo, el jubilado que más caro le cuesta al erario público español: cobrará, mientras viva, el mismo sueldo que el presidente de la Generadliad en activo (en este momento, cerca de medio millón de pesetas mensuales). El piso de la vía Augusta, donde se desarrolla la entrevista, lo usufructúa el ex presidente por gentileza de la Diputación barcelonesa, que también ha puesto a su disposición, con carácter vitalicio, la vivenda contigua y media docena de secretarios y secretarias. El honorable, que se jubilará cuando se muera, sigue trabajando al pie del cañón, aunque no escribiendo sus memorias proque "el pasado no me interesa nada".
Al ex presidente, un payés bien educado del Baix Llobregat que ha sabido soportar casi cuarenta años de exilio en la muy normativa Francia, no le gusta el tuteo sistemático, en lo cual coincide con el entrevistador. El tratamiento utilizado por ambos durante la conversación fue, pues, el vós catalán, que a la hora de traducir el diálogo se ha sustituido por usted, dado que el vos español ha devenido ya arcaico y acaso habría introducido cierta artificiosidad impertinente en un discurso del que interesaba transmitir el temple vivaz y polémico que realmente lo caracterizó: Tarradellas se muestra aquí más claro y contundente que nunca, como el lector comprobará.
-Si le parece, podemos empezar hablando de corbatas y faldas. ¿Por qué le molesta que los hombre lleven abierto el cuello de la camisa y las mujeres se pongan pantalones?
-Es una cuestión de orden moral. Este es un país que no tiene tenue. La gente viste mal, muchas veces adrede, porque piensan que queda más de izquierdas. Cuando llegué, el espectáculo era desolador. Acababa prácticamente de tomar posesión como presidente de la Generalidad, cuando entró en mi despacho una secretaria que me traía unos documentos a la firma. Una chica muy mona, muy guapa, muy simpática... con pantalones. Le digo: "Haga el favor de ir a ponerse una falda." "¿Qué quiere decir? ¿Lo dice en serio?" estaba asombrada. "Naturalmente que lo digo en serio." Lo entendió. Volvió al cabo de media hora, con falda.
"Una mujer puede llevar pantalones en su casa (mi mujer siempre los lleva), o un hombre ir sin corbata, pero salir así a la vida pública es contribuir a que el país dé sensación de tronado. He viajado por toda Europa y no he encontrado un sólo país, ni siquiera Rusia, donde la gente vista tan mal como aquí. Y no los pobres, porque son los ricos los que suelen vestir peor. A mí eso no me gusta. A los pocos días de mi llegada, todo el mundo en la Generalidad iba afeitado y bien vestido.
"Cietos maleducados dirán: "Este señor es un reaccionario." No, no. generalmente, los malos modos siempre los tienen los ricos, no los pobres. Los que hablan sin reniegos son muchas veces los que van a las seis de la mañana a la fábrica y en cambio hay un montón de señoritos que creen que hablar mal queda muy progresista, muy avanzado. No soy partidario de eso, pero que todo el mundo haga lo que quiera.
-Usted nunca ha sido un señorito, claro.
-Yo soy hijo de payeses de Cervelló. Mis padres, mis abuelos, todos. Payeses arrendatarios que las pasaban muy negras porque tenían que dar las tres cuartas partes de la viña. A los quince años vine a Barcelona y empecé a trabajar como aprendiz en una tienda de tejidos: un año trabajando sin cobrar ni cinco cémtimos, y al cabo de un año, cinco duros al mes y muy contentos de cobrarlos.
-¿Por entonces ya tenía usted ambiciones políticas?
.Aquel tiempo era muy distinto de ahora. La gente no trabajaba para tener cargos políticos, trabajaba porque creía que Cataluña debía tener su autonomía, nosotros teníamos unos derechos y unos deberes y había que restablecerlos. Toda aquella llamarada trajo primero la República y después el resto. Todo eso ahora no existe. Cuando yo era joven, cuando tenía diecinueve o veinte años, si me hubieran dicho que un día sería concejal de mi pueblo, que eran trescientos habitantes, habría dicho que no podía ser. Ahora todo el mundo tiene cargos: hacen diputados y senadores, ministros y consejeros, a gentes que no se sabe de dónde salen. Las generaciones que hoy tienen la responsabilidad de gobernar el país son unas generaciones frustradas, han fracasado completamente, no han dicho nada.
-Tampoco les dejaron hacer mucho durante el franquismo, ¿no?
-Perdone que se lo diga, pero este no es un buen argumento. La gente creyó que la política era muy fácil, que caería Franco y las cosas empezarían a rodar solas. Había algunas manifestaciones de oposición al régimen, evidentemente, pero las gentes de esa generación que le digo no hicieron sacrifició para llegar a los cargos que tienen.
-¿Cree usted que esto es aplicable a todos? porque hay personas que usted tuvo en su Gobierno cuando era presidente y que habían pasado años en la cárcel durante el franquismo, por ejemplo.
-¿Quién?
-El Guti, sin ir más lejos.
-Sí, sí, de acuerdo. Lo aprecio y lo quiero mucho. Hay otro que también pasó dos años en la cárcel: Pujol. Dos. No sé si llegaríamos a media docena. Pero en este país hay seis millones de habitantes. Lo que pasa es que la gente de este país no quiere saber la verdad, quiere que la sigan engañando. Entonces, claro, yo digo estas cosas y se nefadan conmigo. Y no vaya a ceer que porque digo estas cosas sea pesimista. No, soy optimista. Ahora hay ya gente joven que se pregunta qué pasó y qué puede pasar, porque tiene cierta similitud lo que pasa actualmente con lo que pasó hace cuarenta y cinco o cincuenta años. En esa gente confío.
-¿Se considera usted a la izquierda del Gobierno actual de la Generalidad?
-En esta autonomía de ahora yo no creo, porque no existe, no cuenta con las masas obreras. Yo no he cambiado de ideas desde que me definí como republicano de izquierdas. Son los otros quienes han cambiado. Ya sabe que cuando fui a ver al Rey, lo primero que le dije fue: "majestad, yo he sido, soy y seré siempre republicano." Yo no cambio, yo sigo siendo un payés.

(SEGUIRÁ)

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