La situación es aún más delicada al otro lado del Rin. Pienso en el caso de un turco que nació hace treinta años cerca de Fráncfort y que ha vivido siempre en Alemania, cuya lengua habla y escribe mejor que la de sus padres. Para su sociedad de adopción, no es alemán; para su sociedad de origen, tampoco es un turco auténtico. El sentido común nos dice que debería poder reivindicar plenamente esa doble condición. Pero nada hay en las leyes y en las mentalidades que les permita hoy asumir en armonía esa identidad compuesta.
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