domingo, 7 de febrero de 2010
La pequeña historia de España. (15)
Pedí la palabra y hablé. Comencé con el saludo a los gladiadores romanos al César. Traté a Prieto como un adversario aunque él se había comportado como un enemigo. Pero yo gozaba el desdén magnífico de no dignarme a ser enemigo suyo. Comprendía su posición y su papel, pero reconocía y me explicaba el empuje con que me combatió, él, que empezaba a subir la escalera de Jacob cuyos peldaños más altos se pierden en la gloria. La gloria para Prieto es la Presidencia del Consejo de Ministros, con la que, de paso, pensaba matar de envidia a su "camarada" Largo Caballero. Fui tan benévolo con él que le ascendí de simple gato montés a león joven.
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