El Gobierno que formé y presidí desde el día 4 de octubre de 1934 no había, ni con su programa ni con su acción, dado motivo ni pretexto alguno para que se alterase o enardeciese el espíritu revolucionario de las masas trabajadoras. Sin embargo, fue contra mí y contra mi Gobierno que se produjo la grave rebelión socialista y separatista que se venía anunciando.
¿Por qué? En esa rebelión no había nada que permitiese atribuirle un impulso ideal o una fuerza espiritual elevada o noble, de las que disculpan, o explican un movimiento revolucionario.
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