jueves, 25 de febrero de 2010

La pequeña historia de España. (35)


Otra vez Niceto me posterga. Otra vez entrega su confianza a otro de mis lugartenientes. Otra vez, tras el fracaso de la continuación y ante el peligro de una revolución anarco-separatista en toda España me obliga el patriotismo a encargarme del Gobierno y hago frente a la revolución; y la venzo; y someto a los sublevados. ¿Lo recordaría don Niceto cuando Portela frente a la que su inepcia o su complicidad no supo contener, ni se atrevió atajar, le dejó entregado a sus enemigos personales, los Azaña, los Casares, los Prieto, los Largo Caballero... enemigos a la vez de la República y de la Patria?
¿Se le ocurrió siquiera, en aquella hora suprema de angustia, al Jefe del Estado, comparar una conducta y otra conducta?
De la mía yo me siento orgulloso.
De la suya... compadecido.
De la de Portela, avergonzado. Como hombre, porque es mi raza; como español, porque ha nacido en mi Patria; como republicano, porque ha deshonrado a la República; como político, porque en la Historia no encuentro otro más vil, para ponerle a él en segundo lugar.

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