martes, 24 de noviembre de 2009

Progresa adecuadamente. (5)


Y en todas estas comunidades el nacionalismo ha tenido siempre una preocupación mayor: preservar "la lengua propia", así llamada en los respectivos estatutos de autonomía por obra y gracia de este mismo nacionalismo -y por la inacción, claro está, del resto de las fuerzas políticas, y en especial de los dos grandes partidos nacionales, que cedieron en este punto sin atisbar lo que se les venía encima-. Porque la consideración de que las lenguas no son un asunto estrictamente individual, de cada uno de los hablantes, sino propias de un lugar y poseedoras, en consecuencia, de un aura colectiva, histórica y simbólica; la consideración, en suma, de que hay lenguas de un territorio y lenguas que no lo son, no sólo determina la primacía de un idioma con respecto al otro -que, para más inri, es el idioma oficial del Estado y el hablado por la mayoría de la población, incluso en el territorio en cuestión-, sino que representa, inevitablemente, una fractura social, unos ciudadanos de primera y otros de segunda, unos más propios y otros más impropios.

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