sábado, 28 de noviembre de 2009
Progresa adecuadamente. (17)
Cuando yo iba a la escuela, el país llevaba ya unos cuantos años de paz y de dictadura. Eran, pues, tiempos puros y duros, de esos que ahora huelen a naftalina. Si mal no recuerdo, en aquella época las notas empezaban con el primer curso de Primaria y uno no se las quitaba de encima hasta que terminaba los estudios superiores. Es posible que hubiera por ahí algún chico estigmatizado por haber sido víctima de un sistema de evaluación tan salvaje, pero yo, la verdad, por mucho que me esfuerzo, no consigo dar con ningún caso que pueda servir de ejemplo. Por otra parte, eso de las notas no parecía privativo de los regímenes dictatoriales, puesto que en Francia, sin ir más lejos, la costumbre de puntuar existía ya en el parvulario. Y en cuanto a la autoestima, qué quieren que les diga, quien más, quien menos todos teníamos la nuestra, y a nadie se le ocurría preguntarse si estaba determinada o predeterminada. Bien es cierto que esta falta de reflejos mentales podía deberse a que la psicología y la pedagogía eran entonces enfermedades muy localizadas, por lo que sus estragos, comparados con los de hoy en día, resultaban sumamente benignos.
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