martes, 10 de noviembre de 2009
España, una nueva historia. (52)
El verdadero problema en Barcelona fue psicológico. Alfonso V se aproximó a él cuando hizo ver a las Cortes de Cataluña, reunidas en 1426 en Barcelona, que el descontento social obedecía un estancamiento de la dinámica económica del reino; pero la reacción del patriciado a su petición de subsidios para relanzar la política mediterránea le desorientó, y al tiempo le hizo ver con quien se la jugaba: "E per conservació de les dites llibertas, privilegis, costums e prerrogativas, parlant amb la dita reverència, vos diem de no a la dita ajuda". Comenzaron meses de "greuges" entre el rey y la clase política; tales agravios arraigaron en la conciencia nacional catalana. En cierto sentido, la arrogancia de Alfonso V importunaba a esa parte de la psique catalana que, desde los tiempos de Jaime I, incluso desde antes, observaba con suspicacia la figura del rey como el mayor obstáculo para sus "llibertats". Cuantos más catalanes disfrutaban del auge económico promovido por el alza de los precios y los beneficios de los censales invertidos en la Taula del Canvi, mayor era el malestar hacia una política expansiva. Los grupos dirigentes se habían vuelto condescendientes con la venalidad administrativa, preferían un régimen corrupto a uno autoritario.
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