
No cuesta mucho imaginar el efecto que esta descentralización de las competencias ha producido en la cultura de los jóvenes españoles. Seguramente el adjetivo que conviene a esta cultura es "subsidiaria". Sí, la cultura de nuestros bachilleres, o de nuestros secundarios, o de nuestros primarios, puesto que muchos ni siquiera superan los ciclos iniciales, proviene de la aplicación del principio de subsidiariedad. Y este principio, cuya eficacia en lo tocante a la administración de los asuntos públicos es harto discutible, trasladado al terreno de la enseñanza da como resultado unos conocimientos que a duras penas traspasan el límite del barrio o del pueblo en que se halla ubicado el centro educativo. Se trata, sin duda alguna, del triunfo de lo particular frente a lo general, de lo que separa y singulariza frente a lo que une y universaliza. En lugar de enseñar a nuestros jóvenes lo que, de otra forma, difíclmente alcanzarán a conocer por sí mismos, se les predica las maravillas de lo obvio, de lo que tienen a mano, de lo puramente accesorio, por insignificante y consabido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario