
Esto ya no es que la lengua esté herida, sino que la lengua es la herida. Herida no como adjetivo, sino como substantivo. Es la herida que nos permite dar lástima, como la amputación que exhibe impúdicamente el pordiosero, con la que se gana el sustento diario. Es una herida-negocio, que nos da derecho a la subvención permanente, a la prioridad institucional, a la excepción merecida. Como diría el castizo Pujols: nos da derecho a ir por el mundo sin tener que pagar en los restaurantes ni en los hoteles. ¿Usted habla una lengua minoritaria o en peligro? Pues nada, no se apure, el mundo está en deuda con usted, y en consecuencia la plaza es suya, la subvención es suya, puede usted saltarse las normas de equidad impunemente.
Sinceramente creo que otro discurso es posible. Un discurso racional, igualitario, sin mitos, sin trampas. España quizá es un estado depredador, pero los catalanes lo hemos sido con él, y en primera línea: acordémonos del tradicional comercio de esclavos de los mercantes del Maresme, del exterminio de los indios de Rapanui, a cargo de un marino del Masnou, del acopio de capital amasado con sangre negra en los ingenios de Cuba y Puerto Rico. Acordémonos de que, vía comercio, y vía concesiones estatales, los industriales catalanes se han hecho con las plusvalías generadas en la “atrasada España”. Es cierto que la lengua catalana fue perseguida, pero a menudo por los propios catalanes. Y en todo caso, eso no autoriza a pedir una pensión vitalicia. Ni a reclamar una patente de corso con la que negar los derechos lingüísticos a los castellanohablantes.
No concibo que el discurso de Pilar Rahola, el más común entre nacionalistas, sea tenido como un honor de la lengua catalana. No me entra en la cabeza. Al revés, creo que es un discurso ofensivo para el catalán. La excepción, la prioridad, el uso preferente, no es la gloria del catalán. Ni de ninguna lengua. Lo honorable es la igualdad, y la libertad. La cooficialidad que define la Constitución es más respetuosa con el catalán que la excepción y la prioridad que reclama el nacionalismo.
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