jueves, 3 de diciembre de 2009

España, una nueva historia. (85)


Los acontecimientos del 2 de mayo de 1808, vale decir, la asonada del pueblo de Madrid contra el ejército francés y la ulterior represión del mariscal Murat, continúan generando el interés de los aficionados a la historia y de los historiadores profesionales en la medida en que se muestran relevantes para las preocupaciones políticas de un país en pleno debate sobre el sentido de la nación española. Personalmente, encuentro dos motivos para insistir en ellos. Uno está vinculado a mi oficio: se aprende mucho al seguir de cerca las investigaciones sobre los abundantes detalles que se van descubriendo, algunos puramente concretos, otros más llenos de significación, que permiten conocer mejor lo que sucedió en aquellas densas veinticuatro horas que comenzaron a las siete de la mañana del día 2 y terminaron al despuntar el alba del día siguiente. Otro motivo, más genérico, afecta a mi condición de ciudadano comprometido: creo posible afrontar la valoración del hecho con total libertad, ubicándolo en el cotexto de su época, atento a las sugerencias procedentes de otros territorios del saber que no sean la historia, la antropología, el arte o la psicología de masas. Fijar cómo el suceso se apoderó de la memoria social hasta convertirse en un icono del que todo el mundo habla en voz alta. Porque no cabe duda, como dijo Walter Benjamin, de que la sabiduría y los lugares comunes de una cultura son transmitidos de una generación a otra en forma de relatos fáciles de seguir.

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