Imagínense que están ustedes sentados en la terraza de un bar, tomando el fresco. Mejor dicho: imagínense que, en vez de un bar, se encuentran en un bar restaurante, y que además de tomar el fresco están tomando ustedes un aperitivo, pues son las dos y el hambre aprieta. Imagínense que en vez de enfilar el camino de casa, donde les aguarda la muy desagradable tarea de ponerse a cocinar, deciden ustedes quedarse a comer allí mismo, que un día es un día. Imagínense que llaman al camarero y que este acude, solícito. Imagínense que se conforman con un solo plato y piden un "pollastre rostit". Sí, "pollastre rostit", porque ustedes son de por aquí y se expresan en catalán, o se expresan en catalán y en castellano, indistintamente. Imagínense que al camarero aquello le suena a ruso y musita con voz latina: "Perdón, pero no entiendo". ¿Qué harán ustedes? ¿levantarse indignados, tratar de expresarse por signos o pedir un pollo frito? Yo no sé ustedes qué harán, pero sí sé que hará Jordi Pujol: zamparse el pollo y aprovechar la primera rueda de prensa que se le ofrezca para comunicar a sus administrados que esto no funciona.
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