lunes, 11 de mayo de 2009

Corre, Rocker. (13)


España era un país donde, sobre el ensayo de la sección orquestal del futuro Estado del Bienestar, todavía sonaba como fondo la desafinada carraca cuartelera. Aquel mismo año terminaba yo mi servicio militar (algo por entonces nada "objetable") y pude asisitir desde dentro a la asonada chaplinesca del 23-F. De estar tocando con mi grupo aprovechando el pase pernocta, pasé a estar acuartelado con una ametralladora repleta de balas compartiendo la cara desencajada de mis compañeros. Nadie sabía lo que teníamos que hacer, ni cómo iba a acabar todo aquello. La única realidad clara de aquellos seres humanos de a pie, que vi una noche en el patio de un cuartel, era abstenerse de salvar cualquier cosa patriótica que, desde su puinto de vista, no necesitaba ninguna salvación. Era un país en el cual los punks compartían la acera con las monjas y se desalentaban amable y mutuamente con su sola presencia.
Unos meses después, en la madrileña sala Carolina, cuando estaba tocando el grupo punk los Reprisex, se subió un tipo al escenario exhibiendo una documentación de guardia civil y pretendiendo que dejaran de tocar porque "Ya estoy harto de vosotros, coño". Los pobres músicos reaccionaron con la actitud más punk posible, es decir, ignorándolo totalmente. En vista del éxito, el marcial individuo trasladó sus quejas al técnico de sonido conminándole con severas voces: "¡corta el sonido, ya!". El técnico, un individuo avispado, habiendo observado los logros de la estrategia desplegada por los músicos, siguió la misma táctica de total indiferencia. El supuesto benemérito decidió tomar medidas drásticas y no le quedó más posibilidad que dirigirse al encargado del local con una frase que pasó a las antologías episódicas de los músicos como emblemática: "Emilio, que no me hacen caso".
El incidente no me lo invento y refleja una curiosa simetría con la imagen de Tejero pasada por los espejos del callejón del Gato. Debe ser duro ser el mesías y encontrarte a tu llegada a la tierra con que el ser humano no tenía prevista tu visita en su agenda repleta de citas más interesantes. Vuelva a llamar otro día y pida hora. Veremos qué se puede hacer.

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