Os copio una parte del discurso que leyó Mario Vargas Llosa en Estocolmo.
Pero ahí queda la Transición española, un ejemplo de cómo, cuando, la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico. En definitiva, un prodigio del que surgió una nación nueva, dice Llosa, una sombra. Grave sombra: el nacionalismo. Detesto toda forma de nacionalismo, ideología -o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas.
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