Me consta que muchos de vosotros ya habeis leído este texto pero por si acaso os cuelgo la primera parte del brillante artículo de Arturo Pérez-Reverte. Por cierto hoy he leído a un imbécil que se refería a Don Arturo como: "ese neo-fascista tan ocurrente"... Pues eso que se puede esperar de un imbécil.
Sé que es inútil, amigo mío. Que nada de lo que te escriba hoy va a cambiar esa forma de ver el mundo con lo que los caciques de tu aldea llevan veinte años (tus veinte años de vida) comiéndote el tarro. Si en vez de veinte tuvieras cincuenta, diría. para qué gastar tiempo y tinta. Quien a esa edad no tiene claras las cosas, ojos para ver y leer, oídos para escuchar, sentido común para razonar, ya no tiene remedio. Seguirá siendo un simple y un cenutrio toda su vida. Que le vayan dando.
Pero no es el caso. Por tu carta deduzco que eres joven. Mucho. Y no me hago ilusiones: tienes todas las papeletas para militar en ese grupo de paletos voluntarios al que me refería antes. Quienes te educaron (por calificar de algún modo la canallada que han hecho contigo) llevan tiempo procurando que así sea; necesitan tu complicidad, tu sumisión, tu voto, para seguir medrando y trincar. Como todos los políticos, claro. O al menos (seamos justos) nueve de cada diez. Lo que pasa es que en los pueblos sin horizonte se nota más. Los estragos son mayores. Los daños generacionales, irreversibles. Hay un párrafo significativo en tu carta: "No es lo mismo el hijo del padre que disparó a bocajarro que el hijo de la víctima que recibió el balazo". ¿Y sabes que significa que afirmes eso? Pues que alguien te convenció de dos mentiras peligrosas: que en tiempo de tus padres o de tus abuelos, se disparaba en una sola dirección, y que sigue ocurriendo lo mismo. Ésto último es terrible, porque significa que alguien logró su objetivo: que tu generación ignore, olvide, disculpe o aplauda a dos clases de hijos de puta perfectamente definidos: el que practica ahora el tiro a bocajarro en rigurosa exclusiva, y el otro; la rata de moqueta, más cobarde y despreciable aún. El que, cómodamente emboscado, sin riesgo, propone aventuras irresponsables, soborna o amedrenta a la clientela, y recoge las nueces, farisaicamente compungido ,mientras estúpidos criminales, fabricados en laboratorio sin un gramo de cerebro ni de conciencia, sacuden el árbol jugándose la libertad y la vida.
En lo que a tí se refiere, además de joven, tu carta es inteligente y está escrita con buena voluntad. Te caigo bien, dices; pero crees que estoy equivocado. Lees mis novelas y te cabrean algunos de mis artículos. Te duele que no comprenda a tu nación ni a tu cultura. Que ignore la represión, los ultrajes, el asfixiante centralismo franquista. Etcétera. Crees sinceramente que a los españoles sin otra lengua nacional que el castellano y con RH convencional nunca nos ultrajó nadie, y por eso quieres hacerme reflexionar. Convencerme. Y eso es lo que me enternece y hace que te llame amigo. Que eres un buen tío y lo intentas. por eso intento darte una respuesta. No sé si tengo talento para eso. Tal vez necesito más de una página. Tal vez te haría falta toda una vida. Te cuento. El otro día estuve en tu tierra. En tu patria. Harto de que la gente me hablara en voz baja y mirando por encima del hombro (qué sombrío y triste han consegudio que sea todo, pardiez), fui a mi hotel. Puse la tele un rato. Canal autonómico. Y lo que vi fue un documental histórico en blanco y negro, con el suelo lleno de muertos y ruinas humeantes y aviones nazis bombardeando en picado. No sé qué decía el texto. No controlo la lengua, y lo siento. Pero el asunto estaba claro: banderas españolas, cañones, pelotones de fusilamiento. Por el amor de dios, pensé. Han pasado sesenta años. Sesenta largos años, la mitad en democracia. y lo plantean como si hubiera ocurrido ayer. Como si nada hubiera cambiado. Infectando el presente, y el futuro, con métodos idénticos a los que usó el franquismo para contaminarnos a todos la memoria. Luego vi el informativo (ése en castellano), y allí salió un anciano que escupía rencor y odio por el colmillo, asegurando que, a poco que se baje la guardia, esos aviones del documental volverán a destrozar ciudades, libertades, vidas. Había otros ancianos aplaudiendo. Momificados, como él, en el pasado que nunca existió: en una utopía inventada ayer por la tarde. O pasando lista, como clientes ante un patrono que da de comer. Apenas vi jóvenes. Estaban, quizás, sacudiendo el árbol. Luego salió un presidente autonómico con cara de buen chico, dirigiéndose a los ciudadanos y ciudadanas. Me fascinó su discurso. Un marciano autista glosando a Tomás Moro. Y de pronto me dije: atiza. tal vez sea eso. Tendemos a creer que quienes nos gobiernan son inteligentes. Por eso votamos. Por eso los seguimos ciegamente. Y qué pasa si no, me pregunté. Qué pasa si al final resultan ser mediocres, y estúpidos. Como el retrasado mental de George Bush, que para la desgracia de la Humanidad gobierna el país más poderoso de la tierra. Qué pasa cuando la incompetencia la camuflan con el lloriqueo y la huida hacia delante, prisioneros de la propia imbecilidad. Y al final se pierden, y nos pierden a todos, en el bosque donde crecen las cruces de madera. Se acaba el espacio de hoy, amigo. Lo siento. De "esa España que usted defiende, una, grande y libre, que prohibe nuestra lengua, cultura o identidad", hablaremos el próximo domingo.
Sé que es inútil, amigo mío. Que nada de lo que te escriba hoy va a cambiar esa forma de ver el mundo con lo que los caciques de tu aldea llevan veinte años (tus veinte años de vida) comiéndote el tarro. Si en vez de veinte tuvieras cincuenta, diría. para qué gastar tiempo y tinta. Quien a esa edad no tiene claras las cosas, ojos para ver y leer, oídos para escuchar, sentido común para razonar, ya no tiene remedio. Seguirá siendo un simple y un cenutrio toda su vida. Que le vayan dando.
Pero no es el caso. Por tu carta deduzco que eres joven. Mucho. Y no me hago ilusiones: tienes todas las papeletas para militar en ese grupo de paletos voluntarios al que me refería antes. Quienes te educaron (por calificar de algún modo la canallada que han hecho contigo) llevan tiempo procurando que así sea; necesitan tu complicidad, tu sumisión, tu voto, para seguir medrando y trincar. Como todos los políticos, claro. O al menos (seamos justos) nueve de cada diez. Lo que pasa es que en los pueblos sin horizonte se nota más. Los estragos son mayores. Los daños generacionales, irreversibles. Hay un párrafo significativo en tu carta: "No es lo mismo el hijo del padre que disparó a bocajarro que el hijo de la víctima que recibió el balazo". ¿Y sabes que significa que afirmes eso? Pues que alguien te convenció de dos mentiras peligrosas: que en tiempo de tus padres o de tus abuelos, se disparaba en una sola dirección, y que sigue ocurriendo lo mismo. Ésto último es terrible, porque significa que alguien logró su objetivo: que tu generación ignore, olvide, disculpe o aplauda a dos clases de hijos de puta perfectamente definidos: el que practica ahora el tiro a bocajarro en rigurosa exclusiva, y el otro; la rata de moqueta, más cobarde y despreciable aún. El que, cómodamente emboscado, sin riesgo, propone aventuras irresponsables, soborna o amedrenta a la clientela, y recoge las nueces, farisaicamente compungido ,mientras estúpidos criminales, fabricados en laboratorio sin un gramo de cerebro ni de conciencia, sacuden el árbol jugándose la libertad y la vida.
En lo que a tí se refiere, además de joven, tu carta es inteligente y está escrita con buena voluntad. Te caigo bien, dices; pero crees que estoy equivocado. Lees mis novelas y te cabrean algunos de mis artículos. Te duele que no comprenda a tu nación ni a tu cultura. Que ignore la represión, los ultrajes, el asfixiante centralismo franquista. Etcétera. Crees sinceramente que a los españoles sin otra lengua nacional que el castellano y con RH convencional nunca nos ultrajó nadie, y por eso quieres hacerme reflexionar. Convencerme. Y eso es lo que me enternece y hace que te llame amigo. Que eres un buen tío y lo intentas. por eso intento darte una respuesta. No sé si tengo talento para eso. Tal vez necesito más de una página. Tal vez te haría falta toda una vida. Te cuento. El otro día estuve en tu tierra. En tu patria. Harto de que la gente me hablara en voz baja y mirando por encima del hombro (qué sombrío y triste han consegudio que sea todo, pardiez), fui a mi hotel. Puse la tele un rato. Canal autonómico. Y lo que vi fue un documental histórico en blanco y negro, con el suelo lleno de muertos y ruinas humeantes y aviones nazis bombardeando en picado. No sé qué decía el texto. No controlo la lengua, y lo siento. Pero el asunto estaba claro: banderas españolas, cañones, pelotones de fusilamiento. Por el amor de dios, pensé. Han pasado sesenta años. Sesenta largos años, la mitad en democracia. y lo plantean como si hubiera ocurrido ayer. Como si nada hubiera cambiado. Infectando el presente, y el futuro, con métodos idénticos a los que usó el franquismo para contaminarnos a todos la memoria. Luego vi el informativo (ése en castellano), y allí salió un anciano que escupía rencor y odio por el colmillo, asegurando que, a poco que se baje la guardia, esos aviones del documental volverán a destrozar ciudades, libertades, vidas. Había otros ancianos aplaudiendo. Momificados, como él, en el pasado que nunca existió: en una utopía inventada ayer por la tarde. O pasando lista, como clientes ante un patrono que da de comer. Apenas vi jóvenes. Estaban, quizás, sacudiendo el árbol. Luego salió un presidente autonómico con cara de buen chico, dirigiéndose a los ciudadanos y ciudadanas. Me fascinó su discurso. Un marciano autista glosando a Tomás Moro. Y de pronto me dije: atiza. tal vez sea eso. Tendemos a creer que quienes nos gobiernan son inteligentes. Por eso votamos. Por eso los seguimos ciegamente. Y qué pasa si no, me pregunté. Qué pasa si al final resultan ser mediocres, y estúpidos. Como el retrasado mental de George Bush, que para la desgracia de la Humanidad gobierna el país más poderoso de la tierra. Qué pasa cuando la incompetencia la camuflan con el lloriqueo y la huida hacia delante, prisioneros de la propia imbecilidad. Y al final se pierden, y nos pierden a todos, en el bosque donde crecen las cruces de madera. Se acaba el espacio de hoy, amigo. Lo siento. De "esa España que usted defiende, una, grande y libre, que prohibe nuestra lengua, cultura o identidad", hablaremos el próximo domingo.
2 comentarios:
Miguel,
hoy he echado de menos tu artículo diario. Un día no puedes darnos de comer tres veces y al siguiente dejarnos en ayunas.
Tu fan Nº 1
Os aconsejo la segunda parte
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