Todo cambiaría con el ocaso de los totalitarismos en Europa. El rumbo de la segunda guera mundial y el atisbo de la derrota alemana empujó a Franco a domesticar definitivamente la falange y a buscar la cobertura internacional de la Iglesia para asegurar la supervivencia propia y la de su régimen. La caída de Serrano Suñer anticipaba un cambio de vía, ratficado más tarde con la depuración de los falangistas duros y con el nombramiento de Alberto Martín Artajo, presidente de Acción Católica, como ministro de Asuntos Exteriores. Franco y la Igleisa se utilizarían mutuamente. El general aspiraba a dirigir la vida por entero de los españoles y a instaurar un régimen en el que todo estuviera reglamentado; los obispos iban a epxlotar su oportunidad única de hacer de España, por fin, verdaderamente católica. Tenía razón Azaña cuando en 1937, en medio de la guerra civil, escribía: "Hay o puede haber en España todos los fascistas que se quisiera. Pero un régimen fascista no lo habrá. Si triunfara un movimiento de fuerza en España, recaeríamos en una dictadura militar y eclesiástica de tipo tradicional. Por muchas consignas que se traduzcan y muchos modos que se pongan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen del Pilar. Por ese lado, el país no da otra cosa..."
jueves, 18 de marzo de 2010
Los mitos de la Historia de España. (67)
Todo cambiaría con el ocaso de los totalitarismos en Europa. El rumbo de la segunda guera mundial y el atisbo de la derrota alemana empujó a Franco a domesticar definitivamente la falange y a buscar la cobertura internacional de la Iglesia para asegurar la supervivencia propia y la de su régimen. La caída de Serrano Suñer anticipaba un cambio de vía, ratficado más tarde con la depuración de los falangistas duros y con el nombramiento de Alberto Martín Artajo, presidente de Acción Católica, como ministro de Asuntos Exteriores. Franco y la Igleisa se utilizarían mutuamente. El general aspiraba a dirigir la vida por entero de los españoles y a instaurar un régimen en el que todo estuviera reglamentado; los obispos iban a epxlotar su oportunidad única de hacer de España, por fin, verdaderamente católica. Tenía razón Azaña cuando en 1937, en medio de la guerra civil, escribía: "Hay o puede haber en España todos los fascistas que se quisiera. Pero un régimen fascista no lo habrá. Si triunfara un movimiento de fuerza en España, recaeríamos en una dictadura militar y eclesiástica de tipo tradicional. Por muchas consignas que se traduzcan y muchos modos que se pongan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen del Pilar. Por ese lado, el país no da otra cosa..."
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