domingo, 14 de marzo de 2010
Los mitos de la Historia de España. (56)
Muchos murieron pensando que no habían dejado nada de sus ilusiones por el mundo, que les había faltado tiempo o fuerza o decisión o coraje para hacer realidad lo que soñaban. Muchos esperaron sin fin a que el dictador y su régimen se transformara en pasado, hsitoria. Muchos esperaron, esperaron, esperaron... Por esta razón, el día en que se retiró de El Ferrol la estatua de Franco, hubo quien dijo que aquello era un acto de justicia poética, como si desterrando la figura inmóvil del general se pudieran desagravar miles de vidas demasiado corroídas por una tristeza y un desencanto que ya no se puede extirpar; como si desgajar al dictador de la ciudad de su infancia sirviera de consuelo a los primeros muertos, aquellos muertos invisibles de la posguerra que andaban por un paisaje sin árboles, entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes de tierra que no cabía en el hoyo de donde se había sacado; como si decapitar una estatua pudiera devolver a aquella generación desarraigada de la que habla Blas de Otero, aquellos hijos de la ira, la luz prodigiosa de Antonio Machado o Max Aub, las rotas raíces de una cultura deshecha de exilios, de cárceles, de penas, de olvidos.
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