martes, 15 de noviembre de 2011

Es la hora de Rosa Díez

La opinión de Jesús Royo en La Voz Libre.



Este viaje voy a votar a Rosa Díez. Soy socialista, como ella, desengañado del PSOE, como ella, y como ella creo que nuestra democracia necesita un baldeo profundo, una regeneración. El momento no está para el voto militante de derechas ni de izquierdas: no hay margen. Nos daríamos con un canto en los dientes si llegamos al verano dentro del euro y con las cuentas (algo) saneadas. Lo de Italia y Grecia no es una mala opción: un gobierno tecnócrata, de sabios, que no cometa (muchos) errores. Sólo eso: y que no esté pendiente de los sondeos, que no nos regale cuatrocientos euros un mes antes de las elecciones. Que no cometa errores, y que corrija los que se han acumulado en los gobiernos partidarios. Los partidos que se han ido alternando en el poder han dejado a nuestra pobre democracia hecha unos zorros, más tocada que el 'aserejé' de hace unos cuantos veranos. Los mayoritarios, por usar y abusar del poder, hacen todo para llegar a él, y todo y más para mantenerse en él. Los partidos locales, hacen lo mismo pero en su coto particular, dando una nueva versión del caciquismo de hace cien años.

Frente al desprestigio del PSOE y el PP y el particularismo de los CiU, PNV, CC, etcétera, es la hora de los minoritarios de ámbito nacional: IU y UPD. Ambos partidos tienen a su favor el no haberse quemado en la gestión, el poder hablar alto y claro y en nombre del bien común, del sentido común, de lo común a todos, del hombre común: el 'uomo qualunque' como dicen en italiano. Todos somos un 'uomo qualunque'. Y ambos, IU y UPD, son partidos perjudicados por el reparto de escaños. IU, con cerca de un millón de votos, solo obtuvo dos escaños, mientras el PNV, con 300.000 tiene seis escaños: casi diez veces más. El escaño medio, del PP y del PSOE, está a 67.000 votos. Pero al PNV cada escaño le cuesta muy barato: 51.000votos; a NafarroaBai 62.000; a CIU 78.000; a CC 87.000; a ERC 99.000; al BNG 106.000. Pero el escaño de UPD costó 306.000 votos, y los de IU salieron a 485.000 cada uno.

Está claro que nuestro sistema potencia el poder local, y castiga a los partidos de ámbito nacional. Eso es un disparate, y explica por qué toda la política española está siempre pendiente de los grupos nacionalistas. Y los grupos nacionalistas, nada, a verlas venir y a barrer siempre para casa. Y encima quejándose y con el cuento de la lagrimita. El esquema “bipartidismo nacional combinado con circunscripciones pequeñas” siempre nos dejará a los pies de los caballos nacionalistas, excepto cuando uno de los dos grandes partidos tenga mayoría absoluta. Cuenta Jiménez de Parga que en la Alemania Federal tuvieron ese mismo problema con Baviera: los partidos nacionales siempre dependían del partido bávaro para formar gobierno. Y lo resolvieron haciendo que el umbral para sacar diputados (en España es del 5%) no fuese de cada circunscripción, sino del conjunto del país. Quizá esa fuera una manera de resolver esta aporía. O quizá mejor, constituir una circunscripción general, adonde vayan a parar todos los restos de votos de las provincias. Allá se diluirían las hegemonías locales, que ahora gozan de una relevancia desproporcionada.

Hay que regenerar nuestra democracia, no con orgullos patrios ni regates en corto. El viejo ideal republicano de la igualdad: la misma ciudadanía para todos. Eso es compatible con el principio federal: fraccionar lo que es mejor que se fraccione. Pero no tiene nada que ver con la competencia desleal de los territorios, una especie de tonto el último, el campi-qui-pugui, que decimos en catalán. Nada que ver con el chantaje de “me das lo que pido, o me voy”. Lo federal es la lealtad mutua. Lo federal es una unión aún más fuerte.

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