lunes, 28 de noviembre de 2011

Dos razones para irse al carajo

La opinión de Félix de Azúa en su blog.



Tengo para mí que algún millón de votos se les fue a los socialistas en las últimas elecciones por lo confuso de su actual ideología, si es que alguna les queda. Así por ejemplo, si uno votaba por Rubalcaba votaba a un partido que en Cataluña impide que los españoles estudien en castellano y que considera que los andaluces les estafan. Simultáneamente votaba un partido que en Andalucía reparte subvenciones a porrillo para mantener una red clientelar improductiva de la que se benefician militantes socialistas. El mismo partido cuyo presidente en la región vasca es un simpatizante de quienes creen que el asesinato político es algo que debemos comprender por razones de estado.

El caos que se introdujo en el PSOE a partir del giro derechista hacia el nacionalismo les ha hecho perder el voto de incontables españoles, lo que incluye a andaluces, catalanes y vascos, que también les han dado la espalda. Todo un negocio.

No por eso parecen haber entendido nada los actuales jerarcas. Estos caudillos siguen asegurando con entonación inocente que lo suyo ha sido mala suerte y que la culpa la tienen los banqueros, a veces también llamados "mercados". Los físicos del medievo afirmaban que la causa por la que las semillas de opio producían somnolencia era porque poseían "virtus dormitiva". Tanta estupidez se suele pagar muy cara.

Quien quiera conocer la totalidad de los argumentos que desde la izquierda (incluso un poco extrema, para mi gusto) se pueden presentar en contra del nacionalismo socialista de las provincias periféricas, tiene ahora la herramienta suprema, el último libro de Félix Ovejero, La trama estéril (Montesinos), es un implacable trabajo que desmonta uno por uno los disparates, errores, mentiras, ignorancias, bajezas y disimulos del nacionalismo vasco y catalán. La pavorosa erudición de Ovejero le hace realmente temible incluso frente a especialistas de cierta entidad, como Albert Branchadell, teórico oficial del nacionalismo catalán. Ovejero es un racionalista riguroso y no deja rincón mítico sin demoler en la espesa teoría nacionalista. Su libro, recién publicado, es ya un clásico.

Esta es una de las razones de la debacle del PSOE, la de haberse juntado con lo más reaccionario de España. Hay otra de igual calibre: haber admitido las simplezas del progresismo pánfilo, enfermedad infantil del universitario, del diputado y del periodista. Sobre este particular error hay también una lectura muy recomendable para constatar cómo la majadería políticamente correcta puede destruir a un partido que había sido intelectualmente sólido. En sus apasionantes memorias, tituladas Hitch-22 (Debate), Christopher Hitchens da cuenta de su paso juvenil por la extrema izquierda, del abandono de la ortodoxia comunista para abrazar el trotskismo (corriente que en Gran Bretaña tiene un recorrido muy singular), sus simpatías por el laborismo más izquierdista, y cómo poco a poco fue comprendiendo que la izquierda británica carecía de ideas, se había corrompido, había sido tomada por burócratas oportunistas y había logrado destruir la extensa e intensa tradición moral socialista hasta convertirla en una papilla para gente moralmente desdentada.

Al parecer los socialistas españoles han perdido varios millones de votos. Tengo el convencimiento de que la mitad se han ido porque no pueden soportar dar su consentimiento a gente como Eguiguren, Chaves, Blanco o Montilla y creen un disparate tomar a Carme Chacón por un talento político con futuro. En ese futuro prefieren no estar presentes. Cualquier otro futuro es mejor.

La otra mitad se ha ido porque no aguanta la hipocresía, que es un vicio eclesiástico. Instituirse, como ha pretendido Zapatero, en el salvador de todos los agraviados (y agraviadas) del mundo, cuando en realidad a lo que aspira es a indultar banqueros tramposos, eso es de todo punto insoportable.

Que se aclaren, que se modernicen, que se pongan al día, que se renueven, que se limpien de vagos, analfabetos e indeseables, que renuncien a los cromos de la guerra civil, y quizás se les pueda recuperar dentro de ocho años.

(Nota: Según suele ser habitual, recibiremos ahora muchos mensajes de los empleados de la Generalitat. Hagan ustedes como si nada).

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