jueves, 13 de noviembre de 2008

Hartos.

Columna de Arturo San Agustín publicada hoy en El Periódico de Catalunya.

La chica socialista de las gafas modernas, la de la Comisión Nacional de la Energía, quiere subirnos la luz un 31%. La promesa también llamada ley de dependencia ha resultado ser otra mentira. Y, mientras tanto, el ministro Miguel Ángel Moratinos paga con nuestro dinero las estalactitas que Miquel Barceló ha instalado en la cúpula del Palacio de las Naciones Unidas, en Ginebra, y grita que el arte no tiene precio.
"El arte no tiene precio". El grito suena a título de zarzuela o entremés de los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. El arte no tendrá precio, pero las estalactitas del mallorquín Miquel Barceló nos han costado 7,4 millones de euros, una pasta gansa para que dentro de unos días, el próximo martes, los Reyes y el ministro artista y solidario se hagan unas fotos artísticas.
El grupo de lúcidas viudas con las que suelo compartir periódicamente un café, nuestras siempre olvidadas viudas, ya no saben qué pensar de estas gentes que dicen gobernarnos, porque también nos acabamos de enterar de que el Govern gastará unos cuantos millones de euros en proyectos de paz, calidad democrática y formación de mediadores en conflictos internacionales. Juguetes burocráticos para quienes en su juventud comunista no jugaron con soldaditos de plomo.
Catalunya es, aún, solo una autonomía, pero algunos de los que nos manejan actúan como si fuéramos ya un país independiente. Pagando los ciudadanos, claro, no ellos, que, además, se suben el sueldo y no paran de viajar en esta época de proclamadas austeridades. Ni nuestras viudas, ni nuestros jubilados, ni muchas familias con alguno de sus miembros dependiente, ni quienes sabemos lo que cuesta una residencia geriátrica de pago en Barcelona nos merecemos tanto desprecio. Y lo peor es que ciertas gentes del Govern, las que juegan a la política internacional, alimentan a sus enemigos políticos de más allá del Ebro, que son los propagadores de que en Catalunya todos somos ricos.
Ahora que la calle parece haber resucitado, todos deberíamos ayudar a que siga durante algún tiempo resucitada.

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