Un artículo de Félix de Azúa que complementa al que firmaba hace unos días Arturo Pérez-Reverte.
Se agradecen, pero no eran necesarias las cifras que ha hecho públicas la Fundación Bofill sobre la catástrofe educativa catalana. Cualquiera que haya frecuentado la universidad en los últimos decenios se lo habría podido explicar a algún miembro del Gobierno, de haber habido alguno interesado por el asunto. No obstante, la verdad es mucho peor que las estadísticas: a ningún Gobierno de la Generalitat le ha importado la educación. la formación del espíritu nacional, sí. La así llamada política lingüística, mucho. Todo lo relacionado con la ideología, como la Historia, bastante. Lo demás es ornamental, a menos que dé dinero.
Las causas de que Catalunya sea la autonomía peor educada de España, siendo España la nación peor educada de Europa, forman parte de lo más rancio de su clase dirigente. El país es una finca de comerciantes, pequeños industriales, negociantes, ejecutivos ancilares, gente práctica. aquí la vida intelectual ha tenido siempre un vuelo gallináceo. Obsérvese que todavía se vegeta de lo que hicieron unos burgueses de 1900. Y que el moderno Olimpo internacional catalán se reduce a un músico que tocaba el violonchelo y un pintor balear. No hay más, porque ni siquiera el escritor Josep Pla entra en el canon de los comisarios nacionales. Y a Gerhard lo ha reditado Caja Madrid. A proposito, comparen la programación de conciertos de Barcelona con la de Madrid. Verán que en Barcelona aún no existe el siglo XX. El siglo XXI comenzará, supongo yo, dentro de 10 generaciones.
Los que profesamos en la universidad estamos abatidos. es insoportable ver esos chavales, tan inteligentes como cualquier otro grupo de jóvenes, percatarse del fraude que se ha cometido con ellos. Los años perdidos. La sistemática trivialidad que aquí llaman educación. La conciencia de que ya es demasiado tarde. Saben que, con alguna excepción, nunca tendrán la formación de sus colegas europeos. Seguirán representando, con griegos y portugueses, a ese invitado a quien todos tratan con aire paternal: el simpático descerebrado que trae bebidas.
2 comentarios:
Queremos a Barcelona porque es nuestra, como el que quiere a un hijofeo pero Madrid nos da mil vueltas.
Al poder le interesa la masa tonta.
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