martes, 3 de abril de 2012

Pie en pared


La opinión de Joaquín Leguina en su blog.



A propósito de los pujos separatistas de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) defendidos y aprobados en su congreso de Reus (conviene recordar que fue lugar de nacimiento de un connotado y brillante liberal español, el general Prim), leo en un editorial de El País (27-III-2012) que “Todo esto no se corresponde con la fuerza burguesa y previsible, tranquila y responsable que CDC ha sido hasta ahora”.
“¿Previsible, tranquila y responsable?” ¿Quién ha inventado esta fábula? Ese “tranquilo” y “responsable” tan solo es uno de los muchos disfraces de los nacionalistas catalanes. Concretamente aquel que se suelen poner cuando se suben al puente aéreo para volar hacia Madrid, pero si alguien se tomara la molestia de analizar las ideas primigenias, sus derivas y disparates y su historia, apenas encontraría nada nuevo en estas declaraciones de los líderes de CDC. Ahí están el mismo victimismo de siempre y la caricatura de una España –la de “las aguas sucias que nos invaden”, en palabras de Oriol Pujol- culpable de todos los males que sufre Cataluña. Vamos, que “somos los más listos, los más altos, los más guapos, los más trabajadores y no volamos como las águilas porque nos lo impide Madrid”.
Tampoco es nuevo el silencio elocuente y culpable de los dos grandes partidos y también del Gobierno ante los despropósitos –todos ellos anticonstitucionales- de los dirigentes del CDC, comenzando por el –por ahora- más joven de la saga Pujol (¿pretenderán estos Pujol emular a los Kim de Corea del Norte?).
De “delirantes” ha calificado estas propuestas nacionalistas la señora Sánchez Camacho, pero su partido, el PP, sigue apoyando a CDC en Barcelona y busca el apoyo de CDC en Madrid. Y ahí está una de las claves de tanto disparate: el papel de charnela política que juegan en Las Cortes los nacionalismos periféricos. Por no hablar del desaguisado zapateril impulsando el nuevo Estatuto, que sólo ha servido para exacerbar las querencias independentistas de estos pavos.
Hace ya mucho tiempo que sonó la hora de poner pie en pared y de recordarle al nacionalismo que la Constitución está ahí para cumplirla y que nunca la podrán echar abajo ellos solitos sin que se monte la gorda en aplicación del artículo 2 de la misma.
¿Cuándo querrá la UE terminar con esta plaga del nacionalismo, cuya última masacre se llamó Yugoslavia? Bastaría para ello con un simple acuerdo como éste: “Aquel que fuerce la ruptura de las fronteras actuales quedará fuera de la Unión”.

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