jueves, 21 de junio de 2012

Contra la inmersión lingüística

La opinión de Jesús Royo en La Voz de Barcelona.



Mercè Vilarrubias desmonta el argumentario justificador de la inmersión lingüística, y lo hace de la manera más eficaz: sin alharacas ni aspavientos, acudiendo a la realidad con la lupa -¡cruel lupa!- de la ciencia… La inmersión lingüística obligatoria que se practica en Cataluña es pura bazofia intelectual, pedagógica, social y política. Y también lingüística, si me apuran. Nunca ha habido estudios teóricos solventes que la avalaran. La pedagogía catalana más fiable en los años setenta y ochenta, o sea Marta Mata y la Escola Activa, nunca propuso la inmersión, sino educación en lengua materna hasta la segunda etapa de Primaria.
¿Cómo un producto de tan poca calidad ha podido imponerse en todas las instancias de Cataluña -todas las que cuentan, claro- con absoluta impunidad, sin el más mínimo debate? Ahí han tragado todos los partidos políticos -todos los que cuentan, claro-, de derechas y de izquierdas, y todos los medios, todos los opinadores, todos los profesores universitarios, toda la intelectualidad. Con honrosas y a veces dramáticas excepciones.
¿Cómo nos tragamos que la lengua materna no es importante: sobre todo si es la de los otros? (Els altres catalans). ¡Tanto como argumentamos cuando el franquismo sobre la conveniencia de introducir la lengua materna en la escuela! ¡Y la de traumas que habían sufrido los niños catalanohablantes por esa razón! Ahora de repente no había trauma ninguno: ¡que los niños son esponjas, hombre! Y para rematar, cómo tragamos (el sarcasmo) con lo de la cohesión social, con que el catalán garantizaba una sociedad más solidaria, más unida y más igualitaria.
Algunos aún creyeron -y creen- que la inmersión era lo mejor para Cataluña, o para el catalán. ¿De verdad no escolarizar en su lengua a la mayor parte de catalanes es lo mejor para Cataluña? ¿Para defender a Cataluña hay que ofender a la mayor parte de catalanes? ¿De verdad el futuro del catalán pasa por la pérdida de derechos de los catalanes? Y si hubiera que elegir, ¿qué es lo primero?
Todo ese sucio argumentario lo desmonta Mercè Vilarrubias en su libro Sumar y no restar, que va a ser la revelación de este año. Y lo hace de la manera más eficaz: sin alharacas ni aspavientos, acudiendo a la realidad con la lupa -¡cruel lupa!- de la ciencia. Conclusión: el programa de inmersión obligatoria no merece el título de programa pedagógico, ni social: solo político.
Y como programa político resulta altamente sospechoso. Y peligroso. Es explosivo, y está caducado. Pues hagamos con él lo que se hace con los explosivos caducados: abandonarlos. Es un milagro que aún no haya explotado. Desactivémoslo, ya.

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