lunes, 16 de enero de 2012

Hablas castellano, luego eres culpable


La opinión de Jesús Royo en La Voz Libre.



Pilar Rahola es una persona notable en muchos aspectos, inteligente, vivaracha y pertinaz. También tendrá sus defectos, porque toda persona que se precie debe tenerlos, pero no es muy elegante entrar en detalles, así que me callo. Pero entre sus cualidades hay una -no sé si virtud o defecto- especialmente grata para sus interlocutores, y es que suele decirlo todo claro y sin tapujos. Piensa mucho, pero habla y escribe más, y por lo tanto se le entiende todo a la primera. A finales de año expresaba en la tele, en coloquio con Cuní, que el catalán está en peligro, a pesar de todo el apoyo institucional de que goza. Cuní opinaba diferente, y Rahola le dedicó al tema su columna en 'La Vanguardia' del 29/12. Y dice: “El castellano que hoy se habla en Catalunya proviene de los ciudadanos foráneos que decidieron no hablar el catalán, y lo han consolidado a lo largo de los años. Con el añadido de décadas de dictadura que tampoco permitían ningún apoyo a una lengua prohibida y reducida a la intimidad. La suma ha dado un país de catalanohablantes durante ocho siglos y que en sólo un siglo tiene una lengua foránea consolidada y peligra la lengua propia. Si añadimos los inmigrantes venidos en poco tiempo, muchos de países de habla castellana y la mayoría socializados en castellano, la situación acaba de complicarse.”

Rahola parece ecuánime, como si relatara simplemente la realidad. Pero qué va. Rascando un poquito, enseguida se le ve el prejuicio en toda su crudeza, el prejuicio sociolingüístico que envenena toda la vida catalana. Rahola expresa el sentir de la población media catalanista . El bilingüismo de la Cataluña actual no es legítimo, sino algo anómalo, como una enfermedad. Durante ocho siglos Cataluña fue una sociedad sana y monolingüe, y solo desde hace cien años está siendo atacada por esa patología. Y el agente patógeno han sido “los ciudadanos foráneos que decidieron no hablar catalán”. O sea, lo que antes llamábamos charnegos, sin tantos remilgos. Fíjense que dice “decidieron no hablar catalán”, cuando la decisión debería ser al revés. Un charnego no tiene que decidir hablar en castellano, ya lo habla de nacimiento: lo que sí tiene que decidir es abandonarlo y adoptar el catalán. Pues eso: al decidir no hablar catalán se resistieron a algo noble, natural y bueno, con lo que se cargaron de culpa. Ellos son los gérmenes patógenos, primero por ser “foráneos” -ya sabemos que, para el instinto territorial, el forastero es peligroso por definición-, y segundo por no adoptar el catalán y olvidarse -y avergonzarse- del castellano, esa lengua foránea, luego culpable. Además deben cargar con el oprobio de la dictadura franquista, de la que, queriéndolo o no, objetivamente fueron colaboradores. Y por último está la emigración de latinos, árabes y rumanos, que vienen a continuar y rematar la faena de los “castellanos”. El mensaje oculto es: quien persiste hablando castellano, quien no se pasa al catalán, se sitúa entre los inmigrantes, en el último escalón social. O sea, resumiendo, los que hablamos castellano en Cataluña somos los responsables de la próxima muerte del catalán, primero por ser foráneos, segundo por no abandonar el castellano, tercero por hacerle la cama al dictador y cuarto por sumarnos a la inmigración depauperada. Uno echa en falta el mensaje sencillo y certero del profesor Badia Margarit: “si el catalán se muere no será porque los castellanohablantes hablen castellano, sino porque los catalanohablantes no hablen catalán.” Obvio.

Pero de paso, y como quien no quiere la cosa, la frase de Rahola da por buena la existencia de dos tipos de ciudadanos, formalmente iguales, pero moralmente no. Es otra vez la sociedad estamental, que tantas cosas explica en Cataluña: todos somos catalanes, pero unos son más catalanes que otros. Unos tienen una herencia milenaria y gloriosa, y los otros han venido a cargársela, lo que Rahola dice “complicar la situación”.

Practiquemos una vez más el juego perverso de la simetría. Imaginemos qué nos parecería si alguien definiera a los catalanes como “ciudadanos que decidieron no adoptar el español”, y que con su empeño han quebrado el hermoso proyecto de una España homogénea y fraterna. Imperial. Cuánta razón tiene Ucelay da Cal, cuando dice que el pensamiento falangista proviene del noucentisme catalán. L'imperialisme és la fase superior del nacionalisme: Prat de la Riba. Y Xènius. En fin...

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