
No hay que perder de vista que cuando se proyecta sobre una lengua toda esa carga simbólica lo que se está haciendo no es proteger el patrimonio cultural o la diversidad sino, pura y simplemente, política. La planificación lingüística persigue el objetivo de cambiar el estatus y la implantación de las lenguas. Como ha señalado L. Dion a propósito de Quebec, "cuando los grupos discuten de política lingüística es el poder social y el poder económico el que, en realidad, se está negociando". Jesús Royo Arpón, catedrático de catalán, se ha lamentado de la situación con crudeza: "Lo que importa es que el ciento por ciento del poder sea en catalán, o sea, reservado para los catalanes no inmigrados. Con una cuota para los "catalanes reciclados", es decir, descastellanizados".
Lenguas en guerra, IRENE LOZANO.
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