domingo, 10 de octubre de 2010

¿Es Rosa Díez un personaje de la derecha española?


Para Juancho Dumall, director adjunto de El Periódico de Catalunya, sí. Os copio al columna que publica en la contraportada de su diario.

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La ciudad de Barcelona ha perdido esta semana una oportunidad extraordinaria para reforzar ante el mundo su imagen de potencia cultural. La concesión del Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa ofrecía una ocasión para que alguien, el ayuntamiento, la Generalitat, los hiperactivos portavoces de la sociedad civil, recordaran que el boom de la literatura latinoamericana, uno de los grandes fenómenos culturales del siglo XX, premiado ya dos veces por la Academia Sueca, nació exactamente aquí, en Barcelona. Tuvo que ser el propio autor peruano quien lo rememorara el jueves al citar a Carlos Barral y a Carmen Balcells, el editor y la agente que lanzaron su obra al mundo entero, igual que hicieron con la de Gabriel García Márquez.

Porque fue la Barcelona de los primeros años 70, con Franco vivo, la que sirvió de trampolín internacional para ese ramillete de genios. La capital catalana presumía entonces de ser, pese a la dictadura, la mayor potencia editorial de la literatura en castellano. Ahora también lo es, pero ya nadie se vanagloria de ello.

Una ciudad que, de la mano de Pasqual Maragall, buscó con entusiasmo un lugar en el mapa del mundo a través de la organización de los Juegos del 92 hace mal en no reivindicar la parte que le toca de otro acontecimiento que también la situó en el mapa global de los movimientos de vanguardia. Y el protagonizado por Vargas Llosa, Donoso, García Márquez y Cortázar lo fue.

Tal vez haya que buscar en la política -en lo peor de la política- las razones últimas de este presunto olvido. Es cierto que el escritor peruano ha sido crítico con el nacionalismo catalán, a veces desde posiciones extremas, y que ha defendido posturas liberales que le han acercado a personajes de la derecha española como José María Aznar o Rosa Díez. Pero eso no invalida en absoluto su obra ni su compromiso radical con la escritura. Solo desde un rancio sectarismo puede darse la espalda a un autor incómodo que ha cometido la incorrección de decir que aquella Barcelona de los primeros 70 le gustaba más que la actual.

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Lo paradójico es que muchos de los que definen a Rosa Díez como personaje de derechas, se autodefinen de izquierdas y la han votado varias veces. ¡Cosas de la vida!

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