sábado, 23 de octubre de 2010

Descentrados


- ¿Es ésa, entonces, la prueba del laberinto?
- Sí. Quien alcanza el centro de éste y se instala en él, como lo hizo Teseo, se centra... Vale decir: se convierte en el ónfalo de convergencia de todos los puntos de la Realidad, que es esférica y se divide en dos hemisferios contiguos: el del microcosmos y el del macrocosmos, el del Valle de Lágrimas y el del Reino de los Cielos, el del mundo denso y el del mundo sutil. Estar centrado significa estar equilibrado, ser un hombre armónico y completo. Teseo lleva en la diestra una espada -el yanga- y en la zurda el cabo del hilo que le ha entregado Ariadna (o sea: el yin). La suma de esos dos complemementarios le permite encontrar el camino del centro, sortear las trampas que se le tienden, superar todos los obstáculos, dominar el miedo y la fatiga, arrostrra el peligro, enfrentarse al Minotauro (o a los monstruos del subsconsciente colectivo) y darle muierte. La vida a partir de ese momento, deja de ser un problema. La felicidad y la certeza de la inmortalidad sustituyen a la zozobra. Desaparece la angustia y el ritmo de la respiración se incorpora a la música de las esferas.
- ¿Tiene todo eso algo que ver con la tauromaquia? lo pregunto porque hay quienes dicen que Teseo y Hércules fueron los inventores y fundadores del arte de Cúchares.
- La plaza de toros es el laberinto y el torero es el hombre que resuelve el criptograma de la existencia retando y matando al Toro en el centro de la plaza. No se olvide usted de que las grandes faenas se hacen con las zapatillas plantadas en la boca de riego del albero.
- ¿Quiere añaññdir algo sobre este asunto?
- Sí. Me gustaría señalar que el torero es, seguramente, el último héroe vivo.
- ¿Y cuál es la función del héroe?
- Servir de cordón umbilical entre el microscosmos y el macrocosmos, por una parte, y enseñarnos el camino del centro por otra.
- ¿Qué sucederá si los anglocabrones y otras yerbas del mismo pelaje se salen con la suya y consiguen prohibir las corridas de toros?
- Sucederá que todos nos quedaremos descentrados.


FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ, la prueba del laberinto.

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