La semana pasada murió Santi Santamaría. Siempre fue un placer charlar con él de cocina. Era un artista, un buen hombre, una persona que transmitía su ilusión. Pero siempre que se muere alguien importante en Catalunya pasa lo mismo, llega alguien y lo mezcla todo. En el entierro de Santamaría habló el exmonje Aureli Argemí, y no se le ocurrió otra cosa que destacar que el cocinero fue fiel a su lucha "por la libertad del país y los derechos nacionales". Hay que ser muy corto de miras para resumir la fructífera carrera de un artista que traspasó fronteras, en clave nacionalista. Triste comunidad en la que se premia más la condición soberanista que la meritocracia.
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