martes, 29 de noviembre de 2016

Es catalanista quien quiere ser catalanista

Cuando se cimentaba el catalanismo, el gran aparejador Jordi Pujol, patentó frases que pasaron a la historia como: "Es catalán todo aquel que vive, trabaja y paga impuestos en Cataluña". Daba a entender que para ser catalán sólo era necesario querer serlo pero, eso sí, usando el gentilicio como eufemismo. 

Lo que en realidad quería decir y omitía por estrategia en los albores del nacionalismo, era que había que ser "catalanista" porque en realidad ser catalán es tan obvio que nunca ha necesitado mayor explicación. 

Imaginaciones que suponían grandes dosis de imaginación. Ortodoxias que convergían en un apelotonamiento único destinado a justificar todas las limitaciones históricas y actuales por la vía de un rearme moral cargado de trampas e intereses.
Los cantos a la libertad y el nacionalismo eran formas de autoengaño para vestir el santo con epopeyas de andar por casa. Pero obscenas cantidades de dinero, para muchos derrochadas para el poder, invertidas, lograron su objetivo. Normalizar es cambiar, es forzar, es hacer creer que lo que hay es lo que hay.

Ni cuando Franco llenaba las calles de Barcelona Cataluña era franquista, ni por arte de birlibirloque cuando se llenan de esteladas se convierte en independentista. Cataluña como el resto del mundo, sólo quiere que el mañana sea mejor que el hoy. Así de simple. Los catalanes únicamente quieren vivir mejor, sólo buscan la prosperidad y si es siendo solidarios con otros territorios pues miel sobre hojuelas.

Los políticos no son sólo eso pero también son administradores de nuestro dinero. Obviemos a los creadores de fábulas y votemos a los que priorizan en el interés real de los ciudadanos.

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