jueves, 31 de mayo de 2012

Porque no sé catalán

El otro día entrevistaban en la radio más escuchada de Cataluña, RAC1, a la cantautora malagueña Anni B Sweet. Una joven que empezó a estudiar arquitectura en Madrid aunque su intención era hacerlo en Barcelona, cuando el locutor le preguntó la razón de no haber venido a la ciudad condal a estudiar, la respuesta fue tan escueta como rotunda: "Porque no sé catalán". El locutor se quedó a cuadros, balbuceó una salida sin sentido y cambió de tema rápidamente. Y mientras seguimos sin recibir a los mejores estudiantes en Catañuña, poque aunque tenemos dos lenguas hay una que es imprescindible.

martes, 29 de mayo de 2012

lunes, 28 de mayo de 2012

El transtorno nacionalista

La opinión de Juan Carlos Girauta en ABC.



El Ministerio de Educación ha retirado la expresión «nacionalismo excluyente» del temario de Educación para la Ciudadanía a instancias de la consejera catalana del ramo, lo que indica, en primer lugar, que el gobierno catalán se ha sentido aludido. También podría ser que los señores de CIU consideren incompatibles el nacionalismo y la exclusión, sin más, y que la señora Rigau solo hubiera advertido al señor Wert sobre lo que considera un oxímoron. Si así fuera, le bastará con abrir un libro de historia contemporánea, gesto que haría juego con su cargo. De cualquier modo, la corrección es un acierto. Nacionalismo, y punto. ¿Por qué no cabe hablar de nacionalismo excluyente? Por la misma razón que nadie habla de bebés jóvenes o de nudismo desvestido. El pleonasmo.
Aquí el nacionalismo aplica una pedagogía del odio cuyo último logro se ha visto en la final de la Copa del Rey. Abucheos al Príncipe, burlas al monarca, mofa de los símbolos institucionales y ofensas premeditadas a millones de personas. Es de esperar que den por vengado el «expolio» por una temporadita. ¡No pierdan ese espíritu constructivo! Mientras se relamen, acudamos a la doctrina.
Merle y Gonidec, desde el campo de las relaciones internacionales, clasifican el nacionalismo como ideología destructiva. Hay poco que añadir. Más miga tienen los dos filósofos del nacionalismo Ernest Renan y Ernest Gellner, cuya disección se practicó desde la aprobación o comprensión del fenómeno. El primero pronunció en el siglo XIX esta frase: «El olvido, e incluso diría que el error histórico, es factor esencial en la creación de una nación». El segundo, cien años más tarde, hizo hincapié en el mecanismo operativo del nacionalismo: armonización de lo diverso, homogeneización de lo heterogéneo, imposición de una cultura y un idioma en detrimento de otros.
Los nacionalistas catalanes suelen acusar de nacionalistas españoles a cuantos conciudadanos no comulgamos con sus ruedas de molino. También nos llaman muchas otras cosas bonitas que no vienen a cuento, pero lo interesante es esa lógica especular: todo el mundo sería nacionalista de una u otra tierra, de uno u otro pueblo. Necesariamente. En ese aspecto, no hay ideología más totalitaria, pues ni siquiera contempla la no adscripción. Tampoco entienden los aquejados que constatar la existencia de una nación no equivale a ser nacionalista, del mismo modo que afirmar «ahí hay un polvorín» no predispone a todos a sacar un mechero.
El problema nuclear es su intrusivo concepto de identidad; quien no interioriza los rituales de la tribu es un ser anómalo, a tratar o a aherrojar. El nacionalismo es una creencia que sojuzga al intelecto, lo supedita a una triste pasión hasta que la nación ocupa el centro de la identidad individual. Así lo dibujó, con toda fidelidad, un consejero de cultura catalán en la ponencia de un congreso convergente, años ha. Alrededor del rasgo nacional, trazaba otros círculos concéntricos del yo, pero eran menos íntimos: la familia, la profesión.
Solo un trastorno semejante puede explicar la experiencia del viernes. El presidente Mas, que alcanzó su cargo con un vídeo electoral donde un ladrón cubierto con la bandera de España robaba la cartera a un viandante cubierto con la de Cataluña, que votó «sí» a la independencia en un referéndum bufo, y cuyo partido tiene como objetivo un «Estado propio», pidió auxilio al Gobierno central para pagar las facturas a fin de mes y… acto seguido, se plantó en el estadio Vicente Calderón para oír cómo una muchedumbre envenenada por su matraca del expolio y el desapego llamaba hija de puta a su homóloga madrileña. Como si no fuera con él esa onda expansiva.

domingo, 27 de mayo de 2012

sábado, 26 de mayo de 2012

¡¡50 años de "Cavall Fort"!!

                                                                                                                                                                              Desde hace unos meses se están celebrando los 50 años de la revista  infantil "Cavall Fort", publicación que nació en 1961 para ayudar a leer y escribir en catalán. Hago números y hay algo que no me cuadra, y es que llevo toda la vida escuchando que el catalán estaba prohibido antes de la llegada de la Democracia.  O no es cierto que "Cavall Fort" tenga tan larga vida y se han descontado con los años o algunos se han dedicado a manipular el pasado para crear el presente y el futuro de Cataluña.

viernes, 25 de mayo de 2012

Con todos ustedes, Gorka Maneiro

Cobardes

Por lo que respecta al coste de no comulgar con la Cataluña nacionalista, aquí no te conviertes en cobarde por temer por la propia vida o la de los tuyos. En el País Vasco, la discrepancia y el significarse., el formar parte del partido político equivocado o de las fuerzas de seguridad le ha costado la vida a muchos infelices. En Cataluña te conviertes en cobarde simplemente por el qué dirán. Y lo que no queremos que digan es que no somos todo lo catalanes que debíeramos.


Citileaks, MARIA TERESA GIMÉNEZ BARBAT

miércoles, 23 de mayo de 2012

Unos y otros

El español no tiene más que una idea para toda la vida, porque no le han enseñado otras. Bueno, una idea y su contraidea. El católico y el anticlerical, el liberal y el conservador. Y así todo. Lo que cada uno lleva en el trascorazón es el revés de la idea que luce en el pecho y en la frente. El bipartidismo es una forma democrática muy podre, pero también España es pobre ideológicamente. Rojos y legitimistas, eso es todo, con un nombre u otro. Y así se ha montado esta democracia. Con unos socialistas bien educados y unos consevadores poco fascistas. En realidad, aunque nuestros compañeros hayan tomado estas elecciones como una victoria pírrica, como el anuncio de una derrota, no ha ocurrido nada, sino que han corrido los turnos. Unos y otros van a alternarse como Cánovas y Sagasta, porque más que el fuero les importa el huevo y más que hacer España hacer una carrera, cada uno con su carrerita política.


El socialista sentimental, FRANCISCO UMBRAL

martes, 22 de mayo de 2012

domingo, 20 de mayo de 2012

La ILO (Inmersión Lingüística Obligatoria) tiene los días contados

La opinión de Jesús Royo en La Voz LIbre.  
                                                                                                                                                                 Después de leer Sumar y no Restar, de Mercè Vilarrubias (Montesinos, 2012) uno se queda con esa impresión: la inmersión lingüística obligatoria en catalán tiene los días contados. Quizá el próximo curso será el último con la ILO en su formato actual. Vamos a ver una reformulación de la enseñanza de las lenguas en la escuela catalana: es inevitable, está cantado. La ILO no es sostenible. No es sostenible, y tampoco se sostiene: ni pedagógicamente, ni socialmente, ni políticamente. Ni siquiera como defensa de la lengua catalana: a las lenguas les sienta mejor la libertad que la imposición. Olviden lo de la línea roja, olviden lo de “ni un paso atrás” y el “no serem moguts”. De repente la ILO se ha quedado sin razones, sin justificación ninguna. Y empieza a ser vista más como una rémora que como una ventaja: una cosa sucia de la que avergonzarse, un descrédito de Cataluña y de la propia lengua catalana. El libro que comento y que se presentará oficialmente el 12 de junio (el 19 de junio en Ágora Socialista) es de una contundencia absoluta. Pero no contundencia por la cantidad de calificativos (o mejor, descalificativos), improperios y epítetos que los contrarios a la inmersión solemos dedicarle, no. Es un libro pausado y ecuánime, como suele ser la prosa británica, o más concretamente la prosa académica británica. Lo cual no impide que en ocasiones aflore una ironía mucho más eficaz que todos los vituperios. Valga un ejemplo: cuando la Defensora del Pueblo fue calificada de “falangista” por Josep Huguet (ERC), porque proponía la libre elección de lengua en la escuela, la autora comenta: “no soy historiadora, pero sé que la Falange y todas las formas de fascismo están muy lejos de creer que los ciudadanos deben ser libres para escoger”. Eso en tenis se llama una dejada en la red. No es un libro militante. Mercè Vilarrubias, catedrática de ingés en la Escuela Oficial de Idiomas, adopta el punto de vista escéptico y aséptico del científico. Chequea la ILO sin pasión, profesionalmente, como el ingeniero que realiza un control de calidad, como el médico que pasa un escáner. Todos los profesores hemos tenido en algún momento la sensación de que la inmersión no nos cuadraba, de que fallaba por algún lado. Vilarrubias sigue el hilo de esa perplejidad, y concluye que la inmersión no cuadra por ningún lado. En los seis capítulos de libro intenta poner negro sobre blanco las bases de la ILO, esas bases que siempre se nos venden como indudables, absolutas y clamorosamente aceptadas por todos. Lo hace en forma de preguntas, pedagógicamente: 1.- ¿Existe un amplísimo consenso acerca del sistema de inmersión? 2.- ¿Los alumnos logran una competencia alta en ambas lenguas oficiales? 3.- ¿Estudiar en lengua materna no es importante ni necesario? 4.- ¿Tener una doble red de escuelas supondría segregar a los alumnos? 5.- ¿La ILO garantiza la cohesión social en Cataluña? y 6.- ¿Presentar alternativas al modelo de ILO implica, necesariamente, ser facha y anticatalán? Y el escáner resulta devastador. El sistema de inmersión es claramente insuficiente, no resiste un análisis mínimamente serio, está lleno de agujeros por todas partes. La única bondad que tiene es que la sociedad catalana cree que es bueno: o sea, pura tautología, mitos nacionales injustificados, mantras repetitivos a porrillo. Para empezar, el consenso amplísimo sobre la inmersión solo lo es entre los políticos -los adictos al mantra-, porque las encuestas parecen decir que una parte significativa de población preferiría poder escoger la lengua escolar, y que ambas lenguas fueran vehiculares. La competencia alta en las dos lenguas oficiales no está garantizada, ni mucho menos, para el castellano: como demostración, la reciente prueba de final de primaria, sonrojante. La Unesco sigue diciendo que la lengua materna siempre debe ser la opción primera: la inmersión en otra lengua solo puede ser una opción voluntaria. ¿Segregar por lengua? “Segregar” solo tiene sentido si es algo obligatorio, contra la voluntad de la gente. Si existen opciones diversas, no hay segregación, sino elección. Y finalmente, que la ILO garantice la cohesión social es otro mito: lo que sí es factor de cohesión es la calidad y la equidad de la enseñanza. Muchos recordamos, y al hacerlo nos sube un sabor agrio a la boca, que los teóricos de la ILO siempre prefirieron la catalanidad a la calidad. Y así nos ha ido. Lean el libro, y subráyenlo a placer. Sientan el subidón del pensamiento libre. Sientan el gustazo de desmontar los mitos nacionales, los idola tribus. Y prepárense a una escuela catalana realmente normal, sin ILO. Se adivina, está al caer. Quizás a la vuelta de la crisis.

La música cubana que no suena en Cuba

El rap cubano de "Los aldeanos".

sábado, 19 de mayo de 2012

miércoles, 16 de mayo de 2012

martes, 15 de mayo de 2012

Superioridad cultural

Y así estábamos. Llevábamos tiempo hablando de la irritante situación de Cataluña y su nacionalismo asfixiante. Distinta, desde luego, de la sufrida en el País Vasco. En Cataluña es todo más sutil. A diferencia del nacionalismo vasco, de corte sabiniano más expreso, el nacionalismo catalán sólo en la intimidad más vergonzante puede exhibir como razón el que tengamos una naturaleza propia que aguan los charnegos. En nuestro caso, la famosa "diferencia" la fundamentamos en la superioridad cultural (el catalán nacionalista cree firmemente que aún existen "Las Hurdes") y en la lengua.



Citileaks: los españolistas de la plaza real,  Mª TERESA GIMÉNEZ BARBAT

lunes, 14 de mayo de 2012

L´Estat Autonòmic ha caducat?

Intervención de Ramon de Veciana, portavoz de UPyD en Catalunya en TV Girona.

domingo, 13 de mayo de 2012

Vestir al emperador

¨Las protestas me parecen legítimas y los políticos deben prestarles mucha atención, pero no basta con ver al emperador desnudo, hay que pensar en cómo vestirlo y eso atañe a toda la sociedad".


TZVETAN TODOROV

sábado, 12 de mayo de 2012

Siga recto...

Equidistantes

El freno prinipal al avance de nuestras ideas no lo ponen los independentistas totalitarios, sino los tibios a los que se refiere el Apocalipsis o, por decirlo como Conrad, los demonios flácidos. es decir, los equidistantes, los que creen que lo que planteamos es un conflicto entre nacionalistas catalanes y nacionalistas españoles. Conozco a muchos que piensan así. Casi te diría que son mayoritarios. a algunos hay que dejarles de lado pues son estúpidos sin remedio, pero otros son recuperables. Son gente a la que el lavado de cerebro le ha hecho creer que todo debe plantearse en términos de nacionalismo de uno u otro signo.


Palabras de Ferran Toutain recogidas en "Citileaks" un libro de Teresa Giménez Barbat.

viernes, 11 de mayo de 2012

Fortaleza y Paciencia

Ayer, por casualidad, me enteré de un dato de esos que hacen pensar. Por lo visto hay dos estatuas de leones que custodian la Biblioteca de Nueva York. Y estos leones se llaman Fortaleza y Paciencia porque los neoyorquinos pensaron que eran las dos cualidades que se necesitaban para superar la crisis y la gran depresión. Muy sabios los neoyorquinos... Fortaleza y Paciencia españoles....

miércoles, 9 de mayo de 2012

Cosecha roja

La opinión de Rosa Díez en su blog.


Dashiell Hammett lo utilizó para dar título a su conocidísima primera novela, pero este podría ser el título perfecto para un relato que recogiera la historia de hampones y víctimas, de cobardes y traidores, que han jalonado nuestra vida y la dramática realidad de el País Vasco.
Me dirán ustedes que las semejanzas y diferencias entre la trama novelesca y la historia de ETA son evidentes. Pero todo el mundo entiende de lo que estoy hablando. El título en sí es la metáfora perfecta para explicar los cuarenta años de ignominia, cuya cosecha final es de una dimensión moral (o sea, inmoral) brutal. Aurelio Arteta afirma que: “la sociedad vasca no ha derrotado a ETA, sino que la mitad al menos ha asumido los presupuestos y objetivos de ETA y la otra mitad de la sociedad está desarmada de ideas al respirar tópicos endebles” (El Cultural de El Mundo, 27 de abril). Tiene toda la razón. Este es el resultado de la cosecha roja de cuarenta años de ETA. Una extraordinaria cosecha roja que han conseguido con sus ochocientos cincuenta y ocho asesinatos, sus miles de madres, hijos, hermanos, padres huérfanos, con sus miles de víctimas no ejecutadas.
Esta cosecha roja echa por tierra el tópico de que los crímenes de ETA fueron inútiles; no es verdad, fueron de una enorme utilidad para los criminales que los cometieron y para sus propósitos totalitarios. Fueron tan útiles que han conseguido estar en las instituciones democráticas a las que quieren destruir sin renunciar a ninguno de sus objetivos y alardeando de toda su historia de terror. Fueron tan útiles que han conseguido que gobernantes democráticos antepongan la vuelta de los asesinos a sus casas al deber de acabar con la impunidad del crimen. Fueron tan útiles que políticos decentes nos interrogan sobre nuestro afán de venganza cuando nos limitamos a exigir justicia y verdad. Fueron tan útiles que legiones de buenas gentes se aprestan a reescribir la historia para que los verdugos se sientan cómodos si se encuentran por las calles de su ciudad con alguna de sus víctimas aún no ejecutadas.
¿Consentiremos esta infamia? A la luz de lo que está ocurriendo pudiera parecer que sí. Pero yo creo que hay una mayoría social, aún silenciosa, que no se sumará a esa traición histórica digna de incorporarse como un capítulo más a la “Historia universal de la infamia”, de J.L. Borges. Está en nuestra mano conseguir que los crímenes de ETA sean inútiles; lo serán si la sociedad civil y la política responden con dignidad, con exigencia de justicia, de memoria y de verdad. Conseguiremos que los crímenes de ETA sean inútiles si no les regalamos (¡algunos hasta les dan las gracias amablemente porque han dejado de matar!) los frutos de esa cosecha roja, si no consentimos implícita y explícitamente que matar sea penalmente impune y políticamente rentable.
Los hechos están a la vista de todos: Cosecha roja. ¿Repugna, verdad? Pues para evitar que la recojan no es suficiente con sentir repugnancia. Es la hora de actuar y provocar un cambio de rumbo.




Moscas

    "La mosca debe ser tomada como un símbolo de audacia; porque mientras otros animales le huyen al hombre y corren antes que que él se les acerque, la mosca se posa sobre su nariz"    



       SCHOPENHAUER

martes, 8 de mayo de 2012

Auscultando nacionalismos

La opinión de Fernando Savater en El País.
                                                                                                                                                                             A la colección ¡Vaya Timo! que dirige Javier Armentia y edita Laetoli solo se le puede reprochar su título, que es simpáticamente provocador pero también bastante chabacano. Y sobre todo de un reduccionismo engañoso, porque la parapsicología o la Sábana Santa son “timos” de una cualidad muy diferente y menos defendible que el psicoanálisis o la religión. También en la descalificación y el rechazo debe haber grados, so pena de que la crítica misma se convierta en “timo”. Por lo demás, se trata de una serie valiente y necesaria que no retrocede a la hora de meterse en aguas turbulentas, no solo turbias, y de plantear debates que comprometen rutinas mentales sacrosantas. Prueba de este amor al riesgo es su última publicación: El nacionalismo ¡vaya timo!, de Roberto Augusto. En España nadie que critique al nacionalismo sale indemne, siempre se gana zarpazos de alguna fiera corrupia de nuestro zoológico. Incluso quienes compartan sus objeciones a regañadientes podrán decir que padece “fobia antinacionalista”, que como toda fobia es cosa mala y morbosa, mientras que los denunciantes de los recortes gubernamentales o los abusos de los mercados no padecen ninguna fobia anticapitalista o similar, sino que son gente íntegra y comprometida. Caprichos de los timos, que son muy suyos. De modo que solo cabe elogiar la determinación de la editorial y del autor de este libro. Y probablemente está justificado que Augusto adopte un tono severo pero mesurado en su tratamiento de un problema que despierta encrespamientos tan viscerales como mal razonados. Sin embargo, en algunos aspectos se podría haber ido más al fondo del asunto sin necesidad de incurrir en intemperancias. Por ejemplo, en el tema de la lengua. El autor critica con buenos argumentos la reivindicación de una lengua "propia" o “nacional” allí donde precisamente se da el bilingüismo, pero no concede suficiente atención a la importancia política de una lengua común en un Estado culturalmente plural. Se echa a faltar en su bibliografía obras tan cruciales como El paraíso políglota o Lengua y patria de Juan Ramón Lodares (ambas editadas por Taurus). Y tampoco creo que analice suficientemente las consecuencias educativas de la inmersión lingüística, sobre todo en lo que supone de conculcación intimidatoria de un derecho ciudadano que no puede ser suspendido por la decisión de una comunidad autónoma. A mi juicio, decretar que son igualmente nacionalistas tanto los partidarios de que se pueda elegir la lengua vehicular educativa como los que imponen la inmersión en una convirtiendo a la otra en una especie de anomalía apenas disculpable… es una falacia insostenible. Un timo, para entendernos. Roberto Augusto dedica todo un capítulo de su libro a refutar el nacionalismo español de Gustavo Bueno, que no sé si es tan políticamente relevante en la España actual de los separatismos surtidos como para merecer tan preferente tratamiento. Encabeza esta crítica con una serie de ocho planteamientos que según él describen el nacionalismo español actual y en donde, junto a fórmulas evidentemente nacionalistas, hay denuncias razonables de abusos lingüísticos demostrados, desequilibrios en el sistema electoral o del peligro de redundancias burocráticas en las administraciones autonómicas. Estas últimas en concreto se han revelado muy preocupantes en el contexto de la crisis económica y de los dolorosos esfuerzos por salir de ella. Conviene leer un ensayo esclarecedor y documentalmente fundado del europarlamentario Francisco de Sosa Wagner y Mercedes Fuertes: El Estado sin territorio (Marcial Pons / Fundación Alfonso Martín Escudero). Resulta bastante más incontrovertible que algunos excesos del vehemente Gustavo Bueno… Concluye su libro Augusto en clave optimista (si no se es nacionalista, claro) dando por inevitable la decadencia del nacionalismo y aportando buenas razones que han de motivarla. Quisiera compartir del todo esta esperanza, pero guardo a pesar mío ciertas reservas, sobre todo en la zona ponzoñosa de la crisis económica —que propicia la búsqueda de salvavidas ventajistas y excluyentes— y muy en particular en el caso de España, cuya idea unitaria nacional parece definitivamente cedida a la derecha más beligerante… No puedo quitarme de la cabeza que la mayoría de los timos surgen de una combinación de afán de lucro y de vanagloria: o sea que los nacionalistas llevan buena baza.

lunes, 7 de mayo de 2012

Por qué Rajoy besa a la rana

La opinión de Irene Lozano en El País.



Cuando se afirma que el presidente Rajoy carece de relato, él y su círculo cercano interpretan que existe un fallo de comunicación. Animosos, se ponen a comunicar a diestro y siniestro, pero siguen sin tener un relato, es decir, una narrativa que dote a sus actos de legitimación. Para ello hay que ubicar las decisiones en el tiempo e imprimirles sentido, como sabe muy bien el príncipe del cuento: hace algo tan estrafalario como besar a una rana, porque sabe que va a convertirse en princesa. Esa certeza dota de sentido su sacrificio.
Imaginemos por un momento que la mutación de la rana se demora unos meses, algo perfectamente posible, pues transformar un ser vertebrado, viscoso y sin lenguaje, en una bella princesa erguida y parlante no es tarea de un día. ¿Qué haría si, entretanto, las encuestas mostraran un menoscabo sustancial de su popularidad? Le resultaría acuciante explicar que la rana va a convertirse en princesa, un fenómeno tan sobrenatural como enterrar un país en la tumba de la austeridad y esperar que resucite próspero, eficaz y competitivo. No resulta fácil comprenderlo: ¿por qué su príncipe sagrado, investido de todos los atributos del poder y llamado a conquistar a la más bella princesa para que alumbre a un heredero sano y fuerte, besa a una rana?
En vista de su desgaste de imagen, decide llevar a cabo un esfuerzo de comunicación. Los pregoneros de lenguaje florido reúnen a la plebe, ansiosa de noticias de su príncipe. No se sorprenden de que no lo explique él mismo, porque en la Edad Media la preservación de la figura del poder se consiente con naturalidad. Comienza a informar el pregonero: el príncipe no quería besar a la rana, pero no le ha quedado otro remedio; ya se sabe, la vida es así, a veces a uno le toca besar ranas. Y además ha sido obligado por fuerzas ajenas, pues el anterior príncipe, su hermano, sedujo a tantas princesas que ya sólo quedan ranas. ¿Qué otra cosa podía hacer?
En vista de su desgaste de imagen, Rajoy decide llevar a cabo un esfuerzo de comunicación
Algo así ha difundido el Gobierno cuando ha emprendido la tarea de comunicar: no nos gustan las medidas que estamos tomando, pero nos fuerza un ente indefinido (Bruselas, los mercados, Merkel) y nos obliga el anterior Gobierno, que nos dejó un déficit desbocado. Ooooh, exclama la muchedumbre decepcionada: no hay relato. En el mejor de los casos, se trata de una justificación; en el peor, de una excusa, puesto que el PP ya gobernaba en muchas Comunidades Autónomas: ¿acaso ignoraba el príncipe lo mujeriego que fue su hermano, si solía ir de correrías con él? ¿Acaso no sabía que sólo quedaban ranas?
El estupor de la plebe se transforma en desazón. Si nuestro príncipe omnisciente ignoraba la escasez de princesas, ¿será que su sabiduría no es tan vasta como creíamos? Y si él desconocía la situación del principado, ¿qué no ignoraremos nosotros, simples mortales? Y lo que es aún peor: si nuestro príncipe omnipotente admite no ser libre en sus decisiones, ¿a qué libertad podemos aspirar nosotros, el pueblo llano? Y si le son impuestas decisiones absurdas, ¿a qué no seremos obligados nosotros, sus súbditos? Y si el príncipe es impotente, ¿cómo confiarle el poder? En un último intento de engrandecer a su señor, el pregonero añade un dato: el esforzado príncipe sigue besando ranas por las esquinas, sacrificándose por su pueblo hasta que el prodigio ocurra. Pronto todo irá bien. O no, en realidad, las cosas van a ir a peor. Pero luego mejorarán… errr, eso me han dicho. En fin, no hay más preguntas, concluye el pregonero.
La plebe ruge. El esfuerzo de comunicación ha empeorado las cosas, porque el príncipe sigue sin articular una narración que legitime sus actos y los dote de sentido. Se puede comunicar con gran fluidez un sinsentido, como estamos viendo, cuando no se ubican en el tiempo las decisiones propias, para que expliquen el pasado y se proyecten hacia el futuro. La explicación causal debe constituir un análisis creíble que incluya los errores propios y no tema mencionar fallos estructurales profundos: el sistema financiero, el Estado autonómico, la corrupción y la opacidad, la incompleta construcción del euro. En cuanto al futuro, resulta imprescindible dibujarlo para embridar la imaginación ciudadana, esa loca de la casa con tendencia a desbordarse. Nada de eso ocurre. El Gobierno se instala en Rubén Darío: “Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto”; los ciudadanos se ponen del lado de Miguel Hernández: “Tanto penar para morir seguro”.
El acto de comunicación desvela el secreto: que no había secreto. Y decreta la impotencia del príncipe, por lo que no produce legitimidad, sino que ahonda en su deslegitimación. Pese al malentendido generalizado, comunicación no equivale a relato: aquélla designa lo que se cuenta y éste lo que se sabe. El príncipe sabe que la rana se convertirá en princesa, por eso puede legitimar su extravagante acto. El pregonero puede narrarlo porque el príncipe puede verlo. Es, en el mejor sentido de la palabra, un visionario. Cuando el príncipe no sabe y no ve, puede contar muchas cosas, pero no estará tejiendo un relato, sino actuando como un charlatán.

Batallas

"Soy un expeto en batallas. En perderlas. Todas."  

Los siete samurais, de AKIRA KUROSAWA

      

domingo, 6 de mayo de 2012

Tierra de genocidas

Yo soy una catalana hablante y leyente que no puede sostener un periódico en catalán porque encuentra abominable que le hablen de España como una tierra de genocidas. Que den por sentado que, por leer en catalán, tengo el cerebro licuado por el nacionalismo me aleja de la literatura actual en lengua catalana. Politizando la lengua han acabado con cualquier lector que no haga lo mismo.


   Citileaks: los españolistas de la plaza real. MARIA TERESA GIMÉNEZ BARBAT
 

sábado, 5 de mayo de 2012

Albert Boadella en Doce Mujeres Sin Piedad

Manipulación infantil

Yo creo que el problema no es el catalán. El catalán es una de mis dos lenguas y es un orgullo para mí que así sea. El problema es el uso perverso que se hace del catalán, la pedagogía del odio que se practica usando como herramienta una de mis dos lenguas. Me viene a la cabeza un ejemplo. Hace unos años la televisión autonómica catalana emitió una serie titulada "Els Lacets". En ella dos tribus prehistóricas "catalanas" (una donde lo importante es trabajar "el seny" y otra en lo que lo importante es divertirse "la rauxa") viven cerca del río Llòbrec (¿Llobregat?) a los pies de la montaña sagrada (supestamente Monserrat)... son felices aunque no se entienden... pronto sin embargo tendrán que hacerlo porque de más allá de los Monts Negres (¿monegros?) llegará una terrible tribu llamada Barbarita que pretende invadirlos y subyugarlos... estos barbaritas van montados en toros y tienen una pinta de gorila idiota muy terrible y en clara contraposición con los bellos lacets...
Con la crisis no me extrañaría que volviesen emitir esta serie infantil que consigue inquistar en nuestros niños el odio a todo lo que huela a español.



La ficción del nacionalismo

En Cataluña sólo una parte de la población piensa que somos una nación. Podríamos hablar de un 30%. Sin embargo, la clase política casi en pleno, los medios de comunicación y la abrumadora mayoría de los intelectuales se comportan como si esto fuera un acuerdo largamente establecido. Esas "élites" son las que han legitimado y apuntalado la ficción del nacionalismo en nuestra tierra.


Citileaks, los españolistas  de la plaza real. MARIA TERESA GIMÉNEZ BARBAT

jueves, 3 de mayo de 2012

Sin debate

La opinión de Elvira Lindo en El País.
                                                                                                                                                              No  hay debate. Nos enfrentamos a un mañana sombrío en el que acabaremos prescindiendo de lo fundamental y manteniendo lo accesorio, y no hay debate. No saben tenerlo los partidos. Y, como reflejo de un sentido partidista de la política que los ciudadanos hemos asumido dócilmente en estos últimos años, tampoco nosotros sabemos. En cuanto nos enfrentamos a un asunto espinoso procuramos formar nuestra opinión según lo que predique el partido al que votamos, y nos aferramos a ella. Porque no sabemos debatir o porque todos los debates se nos pudren enseguida. Sale a la palestra la incontenible Esperanza Aguirre y pone en duda el sistema autonómico y eso nos sirve para considerar que cualquier cambio en la organización del Estado nos devolvería al centralismo franquista. Al margen del ataque al sistema de Aguirre (hipócrita en el sentido de que los presidentes del PP han sabido crear en cada comunidad su feudo) y también al margen de los que consideran un sacrilegio revisar los gastos que escapan al control del Estado central, me gustaría que, en algún momento, y creo que el momento es precisamente éste, existiera un debate real sobre cuánto dinero nos gastamos en los coches oficiales que precisan nuestras instituciones, cuántos asalariados públicos han generado los organismos locales, cuántas “embajadas” nos vemos obligados a costear, cuánta duplicación inútil de competencias que impide la eficacia en sanidad o ralentiza la puesta en marcha de negocios. Hubiera sido fundamental que ese debate se hubiera adelantado a los recortes en educación, sanidad o en investigación. Pero sigue siendo un debate urgente que debieran exigir los sindicatos, al que debería prestarse la oposición y que le toca liderar a quien manda. Si es cierto que somos pobres habremos de prescindir de los caprichos que nos permitimos cuando éramos nuevos ricos.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Alguien lo dijo antes

La opinión de Rosa Díez en su blog. Un conocido mío, cinéfilo empedernido, suele interrogarse cada vez que vuelve a ver “El Padrino” sobre la necesidad de seguir haciendo cine una vez que está hecha esa película. Eso siento yo cuando leo algunos artículos sobre el totalitarismo en general o sobre ETA en particular: que todo está ya dicho y solo cabe repetirlo. La historia de las víctimas no ejecutadas, como pedía hace unos días Antonio Muñoz Molina, pide paso para ser escuchada. Ellas han venido haciendo su duelo e interpelando a la sociedad desde el mismo día en el que los enemigos de la democracia les hicieron víctimas a su pesar. Ellas, las madres y padres, huérfanos, las hermanas, los hermanos, los hijos, las esposas de los muertos… no esperan nada de los que les asesinaron; ellas nos cuentan su drama a nosotros, a los ciudadanos que salvamos nuestras vidas gracias a que ETA eligió a otros ciudadanos para arrebatarles la suya. Hoy vivimos momentos turbios en los que algunos gobernantes parecen confundir el bien y el mal; tiempos en los que los terroristas son demandados por un gobierno legítimo para participar como invitados especiales en conferencias sobre la convivencia y la paz; tiempos en los que un gobierno legítimo muestra tal preocupación por la vuelta a casa de los terroristas que hasta elaboran un plan integral para acogerlos; tiempos duros en los que los testaferros de ETA copan las instituciones con la aquiescencia de gobernantes democráticos que apelan a nuestra cooperación hablándonos de “valor”, “tiempo nuevo” y “comprensión” en vez de verdad, justicia y dignidad. Y todo esto era para decirles que encontré hoy un artículo escrito por Pilar Ruiz Albizu, nuestra madre coraje, la madre viuda de Joxeba Pagazaurtundúa, el amigo de todos, ese joven agente de la policía municipal de Andoain que nos acompañaba a manifestaciones y funerales; ese joven padre, hijo, hermano, que nos hacía mejores con su amistad. Todo esto era para regalarles las palabras que Pilar dejó escritas el cuatro de diciembre de 2005 en El Diario Vasco. Todo era para pedirles que no olviden. No ofender a los asesinos Patxi, leo que contestando a María San Gil en EL DIARIO VASCO dices: «tenemos demasiados muertos a nuestras espaldas como para aguantar sus mentiras». Yo digo: «Yo sí tengo un muerto en mi alma como para aguantar tanto fingimiento». Tú me mentiste en el aniversario del asesinato de Joxeba. No ibais a tratar con el PNV, menos con Batasuna -decías- Me parece que entonces ya veía lo que estabais pensando o quizás teníais ya en marcha. Os duelen mucho los muertos, eso me decías el 8 de febrero de este año que va terminando. Creo que sí, que os duele, pero con un dolor como cuando te das un golpe en el codo. Duele muchísimo pero enseguida se pasa, y eso es lo triste. A vosotros se os pasa todo porque os falta el poso de nuestros mayores, de los viejos socialistas, y ya no cuenta nada lo suficiente para vuestras políticas que caducan enseguida. Se os pasa enseguida el dolor, pero en nosotros cada día la falta es mayor. Cada vez que veo a mis nietos se me rompe el alma, pues primero al lehendakari le importó muy poco el peligro de mi hijo Joxeba porque había firmado el Pacto de Estella y ahora os veo a vosotros con esta pantomima tan triste de ni tan siquiera saber que los asesinos y sus amigos no se sentirán culpables si todos nosotros disimulamos. Y deben sentirse culpables por haber matado, Patxi. Esto es lo primero para seguir hablando y sobre todo para hablar de generosidad del Estado. ¿O es que crees que también hay que dar parte de la razón a los asesinos? ¿Por qué no tienes la valentía de ser franco? Ten la valentía de decir de una vez que nos habéis amortizado, que vais a enterrar la memoria, poco a poco, porque creéis que así aceptarán dejar de matar. Y que no queréis ofender a los verdugos para que no se echen atrás. Decidnos de una vez y sin tapujos lo único que no ofenderá a los verdugos: que somos víctimas del conflicto vasco y que los verdugos han sufrido mucho matándonos. Yo, desde luego, tengo derecho a decir lo que creo que os merecéis. No digas que os duelen los muertos porque eso lo guardas para un día al año, y eso, por haceros la foto de grupo. Por la imagen, por la apariencia de lo que no sois, ni hacéis. ¡Qué desgraciada me siento y qué engañada! No sólo por ti, Patxi, no te creas, también por otros que se decían amigos de mi hijo y observo cómo se portan por un trozo de pan que cogen de vuestras manos. Llevo escribiendo cartas que me guardo desde el 14 de mayo de este año porque mi médico me lo aconsejó, porque pensaba que me iba a reventar el corazón al escucharos a ti, a Buen, a Odón, a Pastor. He pensado más de tres veces, como me decía mi padre, si debía o no publicar ésta página después de tu entrevista en Gara y después de hacerte el ofendido en el Parlamento Vasco ayer. Creo que sí debo. Con toda la humildad. Lo repito, ¡qué solos y qué tristes se quedan nuestros muertos! y también los vivos que quedamos cual cadáveres vivientes porque con vuestras palabras abrís y hurgáis en nuestras heridas que no dejan de sangrar. Y no os enteráis, Patxi, porque vuestra mente política funciona al ritmo de los telediarios, al día. Y eso es lo grave, la falta de memoria cuando hay que derrotar a los asesinos. Vosotros llamáis a las cosas ya por los nombres que no son y ni sabéis que eso es lo primero que buscan nuestros verdugos. Seguramente éste será mi último consejo Patxi: nunca hay que escupir al cielo porque luego te cae el escupitajo en la cara. P.D. Pierdan la esperanza aquellos que piensen que insisto demasiado sobre un tema que parece no preocupar a los ciudadanos. Mantener la memoria y luchar contra la impunidad, el fanatismo y el totalitarismo criminal de ETA, es el lema de mi vida. Ninguna de las demás cosas que hago y por las que trabajo merecen un esfuerzo mayor.

El 2 de mayo y el origen de la nación española

La opinión de Carlos Martínez Gorriarán en su blog. Contra lo que sostienen plúmbeamente los nacionalismos, las naciones no son entes intemporales venidos de la noche de los tiempos y definidos por cosas como la lengua o la etnia. Las naciones son creaciones políticas cristalizadas en el curso de la evolución histórica. Es verdad que una de las acepciones de “nación” es la de comunidad de lengua o costumbres, pero ese es el significado medieval, cuando en las universidades, por ejemplo, se distinguía a los estudiantes por su nación germánica o italiana, es decir, por tener esas lenguas maternas. Pero ni Alemania ni Italia existían como Estados nacionales en los siglos medievales y no lo fueron hasta avanzado el XIX, como es bien sabido. Por otra parte, la insistencia en que son la lengua o la cultura las que dan cuerpo a las naciones –argumento de moda tras el descrédito del racismo nacionalista originario a lo Sabino Arana- conduciría a absurdos como negar que Suiza sea una nación porque tiene cuatro lenguas (y dos grandes comunidades religiosas de costumbres diferentes), o a empeñarse en que los casi 450 millones de hispanohablantes somos miembros de una nación inexistente. Y lo mismo ocurre con angloparlantes, árabes y otras grandes comunidades lingüísticas: no basta con compartir una lengua para ser una nación, mientras que países plurilingües como Suiza o India lo son sin duda. O la misma España, sin ir más lejos. El proceso que lleva a formar una nación es cualquier cosa salvo sencillo y lineal. Pueden pasar muchos siglos, y no digamos sobresaltos y cambios, hasta que una comunidad política prenacional se convierta en nación en el sentido ilustrado y democrático del término, que es el que aquí adopto. Sólo por razones de comodidad, y a causa de la humana inclinación por los mitos fundacionales, ponemos a las naciones una fecha de nacimiento. Así, la nación de los Estados Unidos habría nacido en el bostoniano motín del te que condujo a su revolución anticolonial, y la francesa en el vibrante asalto a la infame prisión de la Bastilla. En el caso de la nación española, la fecha equivalente es el 2 de mayo de 1808. Ya saben, la famosa rebelión armada del pueblo de Madrid contra la ocupación napoleónica y todo eso. ¿Así que sostiene usted –se preguntarán algunos- que antes del 2 de mayo no cabe hablar con propiedad de nación española? Pues más o menos (y tampoco es una idea original mía), y me explico. Como en Francia, o con más claridad en las actuales Alemania e Italia, lo que había en España era un conjunto de reinos y señoríos con poca más unidad que formar parte del patrimonio personal del Rey y de su dinastía. Esa agregación de Estados estaba separada por fronteras interiores y leyes e instituciones diferentes, que subsistían en 1808 pese al proceso unificador, con la abolición foral de los reinos de la Corona de Aragón, emprendida por los Borbones. No existía nada semejante a la idea de ciudadanía, y por eso los súbditos de la Corona de Castilla y los de Aragón tenían, por ejemplo, distinto trato para instalarse en América, derecho limitado para los segundos porque los reinos americanos dependieron largo tiempo de Castilla mientras que los de Nápoles y Sicilia lo hacían de la de Aragón. Para decirlo brevemente: no había ciudadanía española porque no había nación española, es decir, una comunidad política articulada en un Estado común con instituciones y leyes iguales. Lo único común era la monarquía, y ésta no estaba sometida a una Constitución, sino a las leyes particulares de sus muchos reinos y señoríos; leyes impotentes para controlar de verdad al Rey y a sus validos o ministros, pese al mito vasco del “pase foral”, o al requisito de autorización de las Cortes de Castilla para guerras y gastos (liquidado por Carlos I, que convirtió a Castilla, para su desgracia, en la vaca lechera preferente de la monarquía imperial). Los acontecimientos del 2 de mayo de 1808, y de los días siguientes, son de sobra conocidos. Me interesa poner de relieve un aspecto de esos hechos normalmente minusvalorado o negado por la mitología oficial de la efeméride, impregnada en España de nacionalismo derechista (esto es un pleonasmo, obviamente), a saber: que el 2 de mayo fue un acto revolucionario en toda regla. Revolución que abrió el proceso constituyente de la nación instituido por la Constitución de Cádiz, de la que hace poco recordábamos –a un bajísimo nivel oficial de nación vergonzante- los 200 años de celebración. Los vecinos de Madrid que atacaron espontáneamente a las fuerzas napoleónicas de ocupación se rebelaron contra la condición de súbditos a los que se podía imponer una nueva dinastía, con nuevas leyes, sin ser consultados: los Borbones sustituidos por los Bonaparte, Fernando VII por José I (que seguramente hubiera sido mucho mejor que aquel desastre). A diferencia de otras revoluciones comparables, en la de España no hubo liderazgo político ni intelectual digno del nombre. No hubo un Fichte que escribiera algo parecido a sus “Discursos a la nación alemana”, y no digamos ya un Mirabeau o un Franklin. Hubo, ciertamente, animadores y gestores de la rebelión popular como Pérez de Villamil e incluso una ideología oficial, apoyada por el bajo clero y muchos militares, que negaba a Napoleón el derecho a dictar cambios en España porque su soberano legítimo seguía siendo Fernando VII; una mera ficción legal porque éste y Carlos IV habían abdicado de sus derechos a favor del Emperador de los franceses. Lo que está claro es que la mayoría del país se rebeló contra el papel de meros figurantes y carne de cañón de la gran política napoleónica que, poco más de un siglo atrás, sí aceptaron en cambio sus antepasados cuando otra gran guerra europea, la de Sucesión, resolvió la sustitución de los Austrias por los Borbones como dinastía propietaria de los reinos españoles, que de eso se trató (pese al mito nacionalista catalán de la resistencia catalana a ultranza por sus derechos “nacionales”; simplemente, escogieron el bando equivocado mientras vascos y navarros eligieron al ganador). Lo que no se esperaba Napoleón, ni seguramente nadie, es semejante reacción de los normalmente pacientes y resignados súbditos de la monarquía española. Contra lo que quiso el tópico posterior, es falso que España fuera un país mucho más atrasado que la media europea pues, salvo por su catolicismo integrista sin fisuras, era muy parecido al resto en instituciones, economía o sociedad (los realmente raros eran los hegemónicos: Gran Bretaña con su revolución industrial, y Francia con su veloz transición del absolutismo a la república y de ésta al Imperio). Esa es la razón de que, por inesperada, la épica de la rebelión española causara sensación en toda Europa y animara otras resistencias en otros países ocupados por el mesianismo imperialista francés. Fue vista como lo que era: una genuina revolución. Y desde luego, una revolución nacional porque afectó a todos los territorios peninsulares con formas muy semejantes: movilización popular, guerrillas y resistencia armada, asedios, emergencia del liberalismo en las Juntas Patrióticas. Eso pretendió instituir la Constitución de Cádiz. Cómo y por qué esa revolución no consiguió cristalizar en una nación como la francesa o la inglesa, mientras que acabó favoreciendo la restauración del absolutismo y el catolicismo integrista del felón Fernando VII, es ya otro asunto. Apuntemos que una de las razones del éxito de la rebelión pero también de la derrota ulterior del liberalismo fue, precisamente, lo lejos que estaba España de ser algo parecido a un Estado nación. Napoleón descubrió con sorpresa –compartida por sus enemigos británicos- que en España, a diferencia de otros países, no bastaba con ocupar la Corte y las principales vías de comunicación y fortalezas estratégicas, o con derrotar al ejército, para imponerse. No, cada región tradicional actuaba como un país independiente y organizaba su propio ejército, enviando sus emisarios a Londres y a la Junta Suprema de resistencia que acabó refugiada en Cádiz. Fue puro continuismo del sistema altamente descentralizado y heterogéneo creado por los Austrias y aún no desmontado del todo por los Borbones. Eso obligó a Napoleón a tratar de ocupar todo ese anárquico país varias veces, a un costo agotador y militarmente insostenible, como es sabido. Y a un precio altísimo para el país ocupado, es decir España, en vidas y recursos. De modo que lo emprendido el sin duda alguna heroico 2 de mayo fue una guerra revolucionaria para la instauración de una nación sobre los escombros del fallido régimen absolutista de los Borbones rematado por Napoleón. A partir de ese momento, y no por casualidad, la expresión “Nación Española” comenzó a sustituir a la de “Reino(s) de España” para designar la nueva realidad política o, al menos, su proyecto. Otra cosa distinta es que sigamos todavía discutiendo cuál es ese proyecto y cómo debe constituirse e incluso, para los nacionalistas periféricos y sus aliados de la paleoizquierda (todos ellos herederos ideológicos, en esto, de Fernando VII…), si tiene derecho incluso a llamarse nación, como si el mito fuera más importante y verdadero que los hechos. Tanto, que la fecha del 2 de mayo es una mera fiesta autonómica de Madrid. Algo así como si la memorable toma de la Bastilla lo fuera solo de París…