miércoles, 9 de mayo de 2012

Cosecha roja

La opinión de Rosa Díez en su blog.


Dashiell Hammett lo utilizó para dar título a su conocidísima primera novela, pero este podría ser el título perfecto para un relato que recogiera la historia de hampones y víctimas, de cobardes y traidores, que han jalonado nuestra vida y la dramática realidad de el País Vasco.
Me dirán ustedes que las semejanzas y diferencias entre la trama novelesca y la historia de ETA son evidentes. Pero todo el mundo entiende de lo que estoy hablando. El título en sí es la metáfora perfecta para explicar los cuarenta años de ignominia, cuya cosecha final es de una dimensión moral (o sea, inmoral) brutal. Aurelio Arteta afirma que: “la sociedad vasca no ha derrotado a ETA, sino que la mitad al menos ha asumido los presupuestos y objetivos de ETA y la otra mitad de la sociedad está desarmada de ideas al respirar tópicos endebles” (El Cultural de El Mundo, 27 de abril). Tiene toda la razón. Este es el resultado de la cosecha roja de cuarenta años de ETA. Una extraordinaria cosecha roja que han conseguido con sus ochocientos cincuenta y ocho asesinatos, sus miles de madres, hijos, hermanos, padres huérfanos, con sus miles de víctimas no ejecutadas.
Esta cosecha roja echa por tierra el tópico de que los crímenes de ETA fueron inútiles; no es verdad, fueron de una enorme utilidad para los criminales que los cometieron y para sus propósitos totalitarios. Fueron tan útiles que han conseguido estar en las instituciones democráticas a las que quieren destruir sin renunciar a ninguno de sus objetivos y alardeando de toda su historia de terror. Fueron tan útiles que han conseguido que gobernantes democráticos antepongan la vuelta de los asesinos a sus casas al deber de acabar con la impunidad del crimen. Fueron tan útiles que políticos decentes nos interrogan sobre nuestro afán de venganza cuando nos limitamos a exigir justicia y verdad. Fueron tan útiles que legiones de buenas gentes se aprestan a reescribir la historia para que los verdugos se sientan cómodos si se encuentran por las calles de su ciudad con alguna de sus víctimas aún no ejecutadas.
¿Consentiremos esta infamia? A la luz de lo que está ocurriendo pudiera parecer que sí. Pero yo creo que hay una mayoría social, aún silenciosa, que no se sumará a esa traición histórica digna de incorporarse como un capítulo más a la “Historia universal de la infamia”, de J.L. Borges. Está en nuestra mano conseguir que los crímenes de ETA sean inútiles; lo serán si la sociedad civil y la política responden con dignidad, con exigencia de justicia, de memoria y de verdad. Conseguiremos que los crímenes de ETA sean inútiles si no les regalamos (¡algunos hasta les dan las gracias amablemente porque han dejado de matar!) los frutos de esa cosecha roja, si no consentimos implícita y explícitamente que matar sea penalmente impune y políticamente rentable.
Los hechos están a la vista de todos: Cosecha roja. ¿Repugna, verdad? Pues para evitar que la recojan no es suficiente con sentir repugnancia. Es la hora de actuar y provocar un cambio de rumbo.




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