Y como ya sabemos que la tragedia suele repetirse en forma de farsa, después de Maragall vino Montilla, un andaluz poseído por la manía, inofensiva en un principio, de que era catalán -de hecho, es uno de los más claros ejemplos de un tipo de ciudadano al que se conoce con el humillante título de el "charnego agradecido"- y dispuesto a sobreactuar sin tasa para creérselo: todavía le recordamos en el Senado, hablando en catalán y recurriendo a un intérprete para comunicarse con Manuel Chaves, otro andaluz.
El manicomio catalán, RAMÓN DE ESPAÑA.
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