Uno de los mitos más perseverantes del franquismo fue el de la entrevista de Hitler y Franco en Hendaya, que convirtió al dictador español en un político valiente y hábil, que frenó al alemán y ahorró a España las penalidades de otra guerra. El engaño se llenó de imágenes y relatos, y millones de españoles lo creyeron. La verdad, sin embargo, iba por otro camino. Franco había deseado en todo momento entrar en guerra y compartir el festín que anunciaban los tanques alemanes con su fulminante paseo por Europa. Tras la invasión de Polonia y el estallido de la contienda, el general proclamó una neutralidad engañosa que buscaba dejarse seducir por el Eje e inició la danza de viajes, presiones y entrevistas que miles de españoles se aburrieron de ver en los pases sucesivos de los cines de barrio. En Hendaya, Franco estaba dispuesto a participar en la guerra y reclamó como botín las posesiones francesas del norte de África, así como ayuda militar y regalos económicos, pero el Führer, más interesado en la Francia colaboracionista de Pétain, pensó que era un precio demasiado alto por el concurso bélico de un país extenuado y dijo que no. Hitler no llegó en ningún momento a lanzar ultimátum alguno a Franco, sino que hizo lo que más le convino y si España se mantuvo al margen de la segunda guerra mundial fue debido a la situación catastrófica que atravesaba el país y a la parsimonia con que el general tomaba sus decisiones.
miércoles, 17 de marzo de 2010
Los mitos de la Historia de España. (66)
Uno de los mitos más perseverantes del franquismo fue el de la entrevista de Hitler y Franco en Hendaya, que convirtió al dictador español en un político valiente y hábil, que frenó al alemán y ahorró a España las penalidades de otra guerra. El engaño se llenó de imágenes y relatos, y millones de españoles lo creyeron. La verdad, sin embargo, iba por otro camino. Franco había deseado en todo momento entrar en guerra y compartir el festín que anunciaban los tanques alemanes con su fulminante paseo por Europa. Tras la invasión de Polonia y el estallido de la contienda, el general proclamó una neutralidad engañosa que buscaba dejarse seducir por el Eje e inició la danza de viajes, presiones y entrevistas que miles de españoles se aburrieron de ver en los pases sucesivos de los cines de barrio. En Hendaya, Franco estaba dispuesto a participar en la guerra y reclamó como botín las posesiones francesas del norte de África, así como ayuda militar y regalos económicos, pero el Führer, más interesado en la Francia colaboracionista de Pétain, pensó que era un precio demasiado alto por el concurso bélico de un país extenuado y dijo que no. Hitler no llegó en ningún momento a lanzar ultimátum alguno a Franco, sino que hizo lo que más le convino y si España se mantuvo al margen de la segunda guerra mundial fue debido a la situación catastrófica que atravesaba el país y a la parsimonia con que el general tomaba sus decisiones.
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