Eligieron fomentar la pertenencia ciega y no la ciudadanía electiva, la mitología y no el conocimiento histórico, el narcisismo quejumbroso y exigente y necesitado siempre de halago y no la responsabilidad, el clientelismo y no la soberanía cívica, la grosería disfrazada de autenticidad y no la educación, la imagen y no la sustancia. Pasaron de las consignas ideológicas a los eslóganes de la publicidad electoral sin detenerse nunca en el libre pensamiento, igual que muchos de ellos habían pasado de jóvenes de la ortodoxia católica a la comunista, y de los cursillos de cristiandad a los de marxismo-leninismo, y de ahí a la ortodoxia ultraliberal.
Todo lo que era sólido, ANTONIO MUÑOZ MOLINA
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